EL ESPÍRITU SANTO Y SU OBRA

1. LA DEIDAD DEL ESPÍRITU SANTO

En la liturgia de la iglesia solemos escuchar las palabras "En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén". Esta expresión es una fórmula trinitaria que les asigna la deidad a las tres personas de la Divinidad.
De manera similar entonamos la Gloria: Gloria sea al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como fue en el principio, y es ahora, y siempre será, por siempre. Amén.
Este himno les asigna la gloria eterna a las tres personas de la Trinidad. Se le asigna la gloria eterna al Espíritu Santo, junto con el Padre y el Hijo.
Mientras que la deidad de Cristo ha sido tema de debate por siglos, y este debate todavía continúa en la actualidad, la deidad del Espíritu Santo es generalmente aceptada en la iglesia. Posiblemente la razón por la cual la deidad del Espíritu Santo no ha sido tan controvertida es porque el Espíritu nunca tomó forma humana.
La Biblia claramente representa al Espíritu Santo como poseyendo los atributos divinos y ejerciendo la autoridad divina. Desde el siglo cuarto, casi todos los que concuerdan con el hecho de que el Espíritu es una persona también concuerdan con que es divino.
En el Antiguo Testamento 10 que se nos dice de Dios también es dicho sobre el Espíritu de Dios. Las expresiones "Dios dijo" y "el Espíritu dijo" son utilizadas indistintamente repetidas veces.
En el Nuevo Testamento este esquema continúa, y posiblemente el pasaje con más fuerza en este sentido sea el que encontramos en Hechos 5:3-4, donde Pedro dice: "Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeseis del precio de la heredad? .. No has mentido a los hombres, sino a Dios". Para decirlo lisa y llanamente, mentir al Espíritu Santo es mentirle a Dios mismo.
La Escritura también le asigna atributos divinos al Espíritu Santo. Pablo escribe sobre la omnisciencia del Espíritu en 1 Corintios 2:10-11, "El Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios". El salmista atestigua sobre la omnipresencia del Espíritu en el Salmo 139:7-8: "¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Ya dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Sheol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás". El Espíritu también trabaja en la creación, moviéndose sobre la faz de las aguas (Génesis 1:1-2).
Como conclusión final sobre la deidad del Espíritu Santo tenemos la bendición de Pablo en su segunda carta a los Corintios, "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén" (2 Corintios 13:14).
RESUMEN
1. La liturgia de la iglesia le atribuye la deidad al Espíritu Santo.
2. El Antiguo Testamento le asigna los atributos y la autoridad divina al Espíritu Santo.
3. El Nuevo Testamento le asigna los atributos divinos al Espíritu Santo.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis 1:1-2, Hechos 5:3-4, Romanos 8:9-17, 1 Corintios 6:19-20, Efesios 2:19-22.

2. LA PERSONALIDAD DEL ESPÍRITU SANTO

La noche que mi esposa se convirtió a Cristo exclamó: "Ahora sé quién es el Espíritu Santo". Hasta ese momento ella había pensado en el Espíritu Santo como "algo" y no como "alguien".
Cuando hablamos sobre la personalidad del Espíritu Santo, queremos decir que el Tercer Miembro de la Trinidad es una persona y no una fuerza. Esto resulta claro de la Escritura, donde se utilizan solo pronombres personales para referirse al Espíritu.
En Juan 16:13, Jesús dijo: "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir".
Como el Espíritu Santo se trata de una persona real y precisa y no de una fuerza impersonal, nosotros tenemos la posibilidad de disfrutar una relación personal con Él. Pablo le dio su bendición a la iglesia de Corinto resaltando este hecho, "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén" (2 Corintios 13:14). Tener comunión con alguien es entrar en una relación personal con ese alguien.
Además, se nos llama a no pecar contra el Espíritu Santo, a no resistirle y a no afligirlo. Las fuerzas impersonales no pueden ser "afligidas". La aflicción únicamente puede ser experimentada por un ser personal.
Como el Espíritu Santo es una persona, es posible que le oremos. Su papel en la oración es ayudarnos a expresarnos de manera adecuada al Padre. Del mismo modo que Jesús intercede por nosotros como nuestro Sumo Sacerdote, así el Espíritu Santo intercede por nosotros en la oración.
Por último, la Biblia también nos habla del Espíritu Santo realizando tareas que solo pueden ser llevadas a cabo por personas.
El Espíritu consuela, guía, y enseña a los elegidos (véase Juan 16). Estas actividades son desarrolladas de manera tal que involucran la inteligencia, la voluntad, el sentimiento y el poder. Él busca, selecciona, revela, consuela, convence, y amonesta. Solo una persona puede hacer tales cosas. La respuesta del cristiano, entonces, no es la mera afirmación de que tal ser existe, sino obedecer, amar y adorar al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Trinidad.
RESUMEN
1. El Espíritu Santo es una persona, no una fuerza impersonal.
2. La Escritura utiliza pronombres personales cuando se refiere al Espíritu Santo.
3. La obra del Espíritu Santo requiere de una personalidad y refleja una personalidad.
4. El cristiano disfruta de una relación personal con el Espíritu Santo.
5. El Espíritu Santo debe ser adorado y obedecido.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan 16:13, 2 Corintios 13:14, 1 Timoteo 4: 1, Santiago 4:5, 1 Juan 5:6.

3. EL TESTIMONIO INTERNO DEL ESPÍRITU SANTO

En cualquier obra teatral que involucre un juicio, incluyendo a testigos, el testimonio que se brinde será crucial para el caso. El testimonio es importante porque su función es ayudarnos a llegar a la verdad del asunto. En algunos juicios, el testimonio de los testigos es puesto en tela de juicio porque el carácter de los testigos es sospechoso. El testimonio de un mentiroso psicópata es de poco valor. Para que un testimonio sea creíble, el testigo debe ser creíble.
Cuando Dios testifica la verdad sobre algo, su testimonio es cierto. Su testimonio no puede ser recusado. El testimonio que tiene a Dios como su autor no puede fallar. Se trata, de hecho, de un testimonio infalible. Procede del carácter más elevado posible, de la fuente más profunda de conocimiento, y de la autoridad más suprema. La confiabilidad en el testimonio de Dios fue lo que impulsó a Lutero a declarar que "el Espíritu Santo no es escéptico,,
1. LAS VERDADES REVELADAS POR EL ESPÍRITU SON MÁS CIERTAS QUE LA PROPIA VIDA. Juan Calvino enseñó que aunque las Escrituras manifiestan signos claros y razonables de autoridad divina y exhiben la suficiente evidencia de su procedencia divina, estas evidencias recién nos convencen plenamente cuando han sido selladas en nuestros corazones por el testimonio interior del Espíritu Santo".
Cal vino reconoció la diferencia que existe entre las pruebas y el convencimiento. Aunque seamos capaces de ofrecer evidencias objetivas y precisas sobre la veracidad de la Escritura, esto no constituye ninguna garantía de que las personas creerán en ella, se rendirán a ella o la abrazarán. Para estar persuadidos de su verdad necesitamos la ayuda del testimonio interno del Espíritu.
El Espíritu es quien nos hace someternos y rendirnos ante la evidencia precisa de la verdad de las Escrituras.
En su testimonio interior, el Espíritu Santo no nos ofrece ninguna información nueva y secreta o ningún argumento inteligente que no estuviera de otro modo a nuestra disposición. Lo que hace, en realidad, es operar sobre nuestros espíritus para quebrarlos y vencer nuestra resistencia a la verdad de Dios. Nos mueve a rendirnos ante las enseñanzas claras de la Palabra de Dios y a abrazarlas con total seguridad.
El testimonio interno del Espíritu no es una huida al misticismo o un escape al subjetivismo, donde los sentimientos personales son ascendidos a un rango de absoluta autoridad. Existe una diferencia crucial entre el testimonio del Espíritu Santo a nuestros espíritus y el testimonio humano de nuestros espíritus. El testimonio del Espíritu Santo es a la Palabra de Dios. Nos viene con la Palabra y a través de la Palabra. No nos viene por fuera de la Palabra o sin la Palabra.
Del mismo modo que el Espíritu Santo da testimonio a nuestros espíritus de que somos hijos de Dios, confirmando su palabra a nosotros (Romanos 8:16), el Espíritu Santo también nos asegura interiormente que la Biblia es la Palabra de Dios.
RESUMEN
1. El testimonio de Dios es completamente confiable.
2. La Biblia nos ofrece evidencia objetiva de que es la Palabra de Dios.
3. No estamos plenamente convencidos de la verdad de la Escritura sin el testimonio del Espíritu Santo.
4. El testimonio interno del Espíritu no ofrece ningún argumento nuevo a la mente, sino que obra sobre nuestros corazones y espíritus para rendirlos a la evidencia ya presente.
5. La doctrina del testimonio interno del Espíritu Santo no es una licencia para creer que cualquier cosa que sintamos ser verdadera sea verdadera.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan 15:13, Hechos 5:32, Hechos 15:28, Romanos 8:16, Gálatas 5:16-18.

4. LA ILUMINACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO

Una de las invenciones modernas más útiles ha sido la linterna a pilas. Cuando hay un corte de electricidad y la casa se SU111erge en la oscuridad, la linterna es un salvavidas. Su función es hacer brillar la luz en la oscuridad para que podamos ver lo que hay allí.
Sirve para iluminar la escena. La Biblia no es un libro de oscuridad. Por el contrario, es la fuente de luz tan necesaria. El salmista dice sobre la Palabra de Dios "lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino" (Salmo 119:105).
No todas las partes de la Escritura son igualmente claras para nuestro entendimiento. Algunos pasajes son difíciles de entender.
En algunos pasajes debemos hacer un gran esfuerzo para discernir el significado del texto. La consecuencia del pecado sobre nosotros ha sido la de envolver nuestras mentes en la oscuridad. Debido a nuestra naturaleza caída, somos criaturas en la oscuridad, desesperadas por la luz.
Aunque las Escrituras en sí mismas son nuestra luz, todavía tenemos necesidad de iluminación adicional para que podamos percibir la luz con claridad. El mismo Espíritu Santo que inspira la Escritura, trabaja para iluminar las Escrituras para nuestro beneficio. Él hará que la luz original ilumine todavía más. La iluminación es el trabajo del Espíritu Santo. Él nos ayuda a escuchar, a recibir y a entender adecuadamente el mensaje de la Palabra de Dios. Como lo expresa el apóstol Pablo: Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios (l Corintios 2:9-11).
Pablo está haciendo una analogía extraída de la experiencia humana. Es posible aprender muchas cosas nuevas sobre mí observándome o escuchando lo que se dice de mí, pero no es  posible saber lo que está ocurriendo en realidad en mi mente ni en mi espíritu a no ser que yo mismo opte por revelarlo. Solamente yo sé lo que estoy pensando. (Aunque a veces, ¡estoy seguro que mi esposa puede leer mi pensamiento!)
De la misma manera, es el Espíritu Santo quien conoce los pensamientos más secretos de Dios. Pablo nos dice que el Espíritu "escudriña" lo profundo de Dios. Esto no significa que el Espíritu Santo deba investigar o estudiar la mente de Dios para ser instruido.
No está buscando información que Él no tenga. "Escudriña" del mismo modo que lo hace una linterna en la noche para traer a la luz lo que de otro modo quedaría oculto.
La iluminación no debe ser confundida con la revelación. Hoy en día se ha vuelto un lugar común oír hablar a las personas sobre revelaciones privadas que dicen haber recibido del Espíritu Santo.
La obra de iluminación del Espíritu Santo no es la de proveer nueva información o nuevas revelaciones aparte de las que encontramos en la sagrada Escritura.
El cristianismo reformado niega enfáticamente que Dios esté dando hoy día nuevas revelaciones normativas. El Espíritu todavía está trabajando para iluminar lo que ha sido revelado en la Escritura. El Espíritu nos ayuda a entender la Biblia, nos convence de la verdad de la Biblia, y aplica esta verdad en nuestras vidas.
Trabaja con la Palabra y a través de la Palabra. Su tarea nunca consiste en enseñar algo contrario a la Palabra. Por 10tanto, resulta siempre necesario comparar lo que escuchamos con la enseñanza de la Escritura. La Escritura es el libro del Espíritu.
RESUMEN
1. La iluminación se refiere a la ayuda que el Espíritu Santo nos brinda para entender y aplicar la Escritura.
2. La iluminación no debe ser confundida con la revelación.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan 16:13-15 2 Pedro 1:21, 1 Corintios 2:9-16.

5. EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO

"¿Has recibido el bautismo del Espíritu Santo?" A cualquier persona hoy en día que se convierta en cristiano tarde o temprano se le hará esta pregunta. Esta pregunta la suelen formular los cristianos carismáticos, muy entusiastas de sus experiencias con el Espíritu Santo.
Una doctrina que en un tiempo estaba confinada a las Iglesias Pentecostales y a las Asambleas de Dios, se ha convertido ahora de vital importancia para un número muy extendido de creyentes.
El movimiento neo-Pentecostal ha alcanzado a casi todas las denominaciones cristianas. Un sentimiento de excitación y de renovación espiritual suele acompañar este descubrimiento fresco de la presencia y el poder del Espíritu Santo en la iglesia.
El neo-Pentecostalismo ha buscado definir la doctrina del bautismo del Espíritu Santo basándose en las experiencias de las personas. Esta doctrina ha sido motivo de mucha controversia.
Por lo general, si bien no siempre, el cristiano carismático considera que el bautismo del Espíritu Santo es una segunda obra de gracia, distinta y subsiguiente a la regeneración y la conversión.
Es una obra del Espíritu Santo que esta disponible para todos los cristianos, pero que no todos los cristianos toman posesión de ella.
Los carismáticos están divididos entre sí sobre el tema de si el hablar en lenguas es una señal o manifestación necesaria del "bautismo".
Los Pentecostales señalan que en el libro de Hechos los creyentes (que obviamente ya habían experimentado la obra de regeneración del Espíritu con anterioridad a Pentecostés) fueron llenos del Espíritu Santo y hablaron en lenguas. Este modelo bíblico, que incluye el transcurso del tiempo entre la conversión y el bautismo del Espíritu, es visto como normativo para todas las edades.
Los Pentecostales están en lo cierto cuando distinguen entre la regeneración del Espíritu Santo y el bautismo del Espíritu Santo. La regeneración se refiere al Espíritu Santo otorgándole al creyente una nueva vida -resucitando a la vida a alguien que estaba muerto en el pecado. El bautismo del Espíritu Santo se refiere a Dios dotando a su pueblo del poder para el ministerio.
Si bien la diferencia entre la regeneración y el bautismo del Espíritu Santo es legítima, el hacer que el transcurso del tiempo entre ambos sea normativo para todas las edades no es válido. El modelo normal, desde el tiempo de los apóstoles, ha sido que los cristianos recibieran el poder del Espíritu Santo de manera concomitante con la regeneración. No es necesario que los creyentes busquen un bautismo específico a una segunda obra del Espíritu, subsiguiente a su conversión. Todos los cristianos están, en mayor o menor grado, llenos del Espíritu -dependiendo de cuanto de sí han rendido al Espíritu.
Otro problema relacionado con la doctrina pentecostal es que nos brinda una visión inadecuada de Pentecostés. Pentecostés representa la divisoria de las aguas en la historia del Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento, solo un grupo muy selecto de creyentes habían recibido los dones de Dios para el ministerio (véase Números 11). Este modelo se modificó en Pentecostés.
En Pentecostés todos los creyentes presentes (quienes eran todos judíos) recibieron el bautismo. De manera similar, recibieron el bautismo del Espíritu cuando e! Espíritu también se derramó en los convertidos en Samaria (Hechos 8), los creyentes en la casa de Camelia (Hechos 10), y los discípulos gentiles de luan en Éfeso (Hechos 19).
Los primeros creyentes no pensaban que los samaritanos, los temerosos de Dios, y los discípulos gentiles de Juan podían ser cristianos. Por eso, el bautismo del Espíritu Santo sirvió como confirmación de su calidad de miembros dentro de la iglesia.
Como cada uno de estos grupos había experimentado el bautismo del Espíritu Santo de la misma manera que lo habían experimentado los judíos en Pentecostés, no había forma de rechazar su inclusión en la iglesia. Pedro mismo tuvo esta experiencia personalmente.
Cuando Pedro vio que el Espíritu Santo había venido sobre los gentiles temerosos de Dios que estaban en la casa de Camelia, concluyó que no había ningún motivo para mantenerlos alejados de la plena comunión en la iglesia. Pedro dijo: "¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?" (Hechos 10:47).
Los episodios del bautismo del Espíritu Santo subsiguientes a Pentecostés deben ser entendidos como una prolongación de Pentecostés por medio de la cual todo el cuerpo de Cristo tiene el don del ministerio. En la iglesia del Nuevo Testamento no todos los creyentes hablaban en lenguas, pero todos los cristianos tenían el don del Espíritu Santo. Se había cumplido así con la profecía de Joel (Hechos 2:16-21).
RESUMEN
1. El bautismo del Espíritu Santo es una obra específica en la cual el Espíritu dota a los creyentes con los dones para el ministerio.
2. En Hechos, el Espíritu Santo es derramado en cuatro grupos (los judíos, los samaritanos, los temerosos de Dios, y los gentiles), indicando así que todos están incluidos en la iglesia del Nuevo Pacto.
3. Pentecostés cumple la profecía del Antiguo Testamento que dice que el Espíritu sería derramado sobre todos los creyentes y no estaría restricto a unos pocos.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Joel 2:28-29, luan 7:37-39, Hechos 2: 1-11, 1 Corintios 12, 1 Corintios 14:26-33.

6. EL ESPÍRITU SANTO COMO EL CONSOLADOR

Al enseñar en vísperas de su muerte en el aposento alto, Jesús se explayó sobre el Espíritu Santo. Dijo: "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador" (Juan 14:16). La palabra Consolador a veces es traducida como "Ayudador" o "Consejero" y proviene de la palabra griega paracleto.
Lo primero que nos llama la atención en este pasaje es que Jesús nos promete otro "Paracleto" o "Ayudador". Para que Jesús haya dicho que el Espíritu Santo sería otro Ayudador es necesario que haya habido un Ayudador antes del Espíritu. El Nuevo Testamento identifica claramente al Primer Ayudador, o Paracleto, con Jesús mismo. Juan escribe'. "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo" (l Juan 2: 1).
El título de Abogado que se le da a Jesús en esta oportunidad es otra traducción posible de la palabra griega paracleto. Vemos entonces que Jesús es el primer Paracleto, y Jesús oró para que posteriormente a su partida de este mundo el Padre proveyera de otro Paracleto en su ausencia. El Espíritu fue enviado para ser el sustituto de Cristo, Él es el vicario supremo de Cristo sobre la tierra.
En el mundo de la antigüedad, un paracleto era alguien que había sido llamado para brindar su asistencia en una corte legal.
El Espíritu Santo, al desempeñar este papel, cumple con más de una tarea. Uno de sus trabajos es la ayuda que el Espíritu brinda al creyente que se dirige al Padre. Pablo le escribe a la iglesia en Roma: Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos (Romanos 8:26-27).
El Espíritu Santo también ayuda al creyente a dirigirse al mundo. Habla por nuestro intermedio cuando nos enfrentamos al conflicto, como lo prometió Jesús en Marcos 13:11. El Espíritu nos defiende frente al mundo procesándolo por el pecado. El Espíritu Santo trabaja para reivindicar la justicia frente a los ataques de los impíos.
El concepto del Paracleto también incluye el papel del Consolador. Esto está vinculado a dos aspectos. Es una fuente de solaz para los heridos, los derrotados, y los afligidos. El segundo aspecto es de igual importancia. La palabra Consolador en su derivado latino significa "con fuerza". El Espíritu viene a nosotros cuando tenemos necesidad de fuerza. Nos dota de coraje y de valentía. En su papel como el Consolador, nos consuela y nos da el coraje para que en Cristo seamos más que vencedores (Romanos 8:37).
RESUMEN
1. Jesús es nuestro primer Consolador en su papel como Abogado delante del Padre.
2. El Espíritu Santo es otro Consolador, el sustituto de Jesús después de su ascensión.
3. El Espíritu actúa como nuestro Ayudador actual.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan 14:16-18, Hechos 19:1-7, Romanos 8:26-27, Gálatas 4:6.

7. EL ESPÍRITU COMO SANTIFICADOR

Dios llama a todas las personas a reflejar su carácter santo: "Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo" (l Pedro 1:15-16). Nuestro problema radica en que nosotros mismos no somos santos. Sin embargo, la Biblia se refiere a nosotros como "santos". El término santo significa "uno que es santo".
Como no podemos encontrar la santidad en nosotros mismos, debemos ser hechos santos. Es el Espíritu Santo el que actúa en nosotros para hacernos santos, para hacernos conforme a la imagen de Cristo. Como la Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo no es más santo que el Padre ni que el Hijo. Sin embargo, no hablamos del Padre Santo, del Hijo Santo y del Espíritu Santo. Al Espíritu de Dios se lo llama el Espíritu Santo no tanto por su persona (que sin duda es santa) sino por su obra, que nos hace santos.
Es la tarea especial del Espíritu Santo hacernos santos. Él nos consagra. El Espíritu Santo cumple el papel de santificador. Ser santificado es ser hecho santo, o justo. La santificación es un proceso que comienza en el instante en que nos convertimos en cristianos. El proceso continúa hasta nuestra muerte cuando el creyente es hecho justo por última vez, completamente y para siempre.
La fe de la Reforma es muy precisa en cuanto a su énfasis sobre la obra del Espíritu Santo por sí solo en la regeneración. No lo ayudamos al Espíritu Santo en nuestro nuevo nacimiento. Rechazamos de plano cualquier noción de esfuerzo cooperativo en el nuevo nacimiento del creyente. La santificación, sin embargo, es otro asunto. Nuestra santificación es un emprendimiento cooperativo. Debemos trabajar junto con el Espíritu Santo para crecer en la santificación. El apóstol Pablo expresó esta idea en su carta a la iglesia de Filipo:
Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad (Filipenses 2: 12-13).
El llamado a la cooperación implica trabajo. Debemos trabajar en serio. Trabajar con temor y temblor no sugiere un espíritu de terror sino de reverencia unida al esfuerzo. Somos consolados por el conocimiento de saber que no estamos solos para hacer este trabajo ni librados a nuestros propios esfuerzos. Dios está trabajando dentro nuestro para lograr nuestra santificación.
El Espíritu Santo mora dentro del creyente, obrando para producir una vida más justa y un corazón más recto. Debemos ser cuidadosos, sin embargo, y no confundir la morada interior del Espíritu Santo con ninguna deificación del individuo. El Espíritu está dentro del creyente y obra con el creyente, pero no se convierte en el creyente. El Espíritu obra para producir la santificación de los seres humanos, no la deificación de las criaturas.
Cuando el Espíritu mora en nosotros, Él no se convierte en humano ni nosotros nos convertimos en dioses. El Espíritu Santo no destruye nuestras identidades personales como seres humanos.
Por medio de nuestra santificación nos hemos de convertir en semejantes a Dios en nuestro carácter, pero no en nuestro ser.
RESUMEN
1. Dios nos llama a reflejar su santidad.
2. Para ser santos es necesario que recibamos la santidad desde fuera de nosotros mismos.
3. El Espíritu Santo es llamado santo por su obra como nuestro santificador.
4. La santificación es un proceso que dura toda la vida.
5. La santificación es un trabajo cooperativo, que involucra al creyente y al Espíritu Santo.
6. El Espíritu Santo que mora en nosotros no nos deifica.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN

Juan 15:26, 2 Corintios 3:17-18, Gálatas 4:6, Filipenses 2:12-13, 1 Pedro 1:15-16.