DONES ESPECÍFICOS

¿CÓMO DEBEMOS ENTENDER Y UTILIZAR DONES ESPIRITUALES ESPECÍFICOS?

EXPLICACIÓN Y BASES BÍBLICAS
En este capítulo continuaremos desarrollando la discusión general sobre los dones espirituales de los capítulos precedentes y examinaremos dones específicos con más detalles. No consideraremos cada don mencionado en el Nuevo Testamento, sino nos concentraremos en varios dones que no se comprenden bien o cuyo uso ha suscitado alguna controversia hoy en día.
Por lo tanto no examinaremos los dones cuyo significado y uso son evidentes de acuerdo con el término empleado (tales como servir, animar, contribuir, mostrar liderazgo, o mostrar misericordia), sino en su lugar nos concentraremos en aquellos que forman parte de la lista siguiente, tomada en primer lugar de 1ª Corintios 12: 28 y 12: 8-10:
1. profecía
2. enseñanza
3. milagros
4. sanidad
5. lenguas e interpretación
6. palabra de sabiduría/ palabra de conocimiento
7. discernir entre espíritus

A. PROFECÍA

Aunque se han ofrecido varias definiciones del don de profecía, un examen reciente de las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre este don mostrará que no debe definirse como «predecir el futuro», no como (proclamar un mensaje del Señor) sino más bien como «decir algo que Dios ha traído espontáneamente a la mente».
Los primeros cuatro puntos del siguiente material apoya esta conclusión; los puntos restantes tratan de otras consideraciones relativas a este don.
1. LAS CONTRAPARTES DEL NUEVO TESTAMENTO DE LOS PROFETAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO SON LOS APÓSTOLES DEL NUEVO TESTAMENTO.
Los profetas del Antiguo Testamento tenían una sorprendente responsabilidad-fueron capaces de hablar y escribir palabras que tenían autoridad divina absoluta.
Podían decir; «Así dice el Señor», y las palabras que seguían eran las propias palabras de Dios. Los profetas del Antiguo Testamento escribieron sus palabras en la Escritura para todos los tiempos como palabras de Dios (veaNm22: 38; Dt 18: 18-20; Jer 1:9; Ez 2:7; y otros.). Por lo tanto, no creer o desobedecer las palabras de un profeta era dudar de Dios o desobedecerlo (vea Dt 18: 19; 1ª S 8: 7; y R 20: 36; y muchos otros pasajes).
En el Nuevo Testamento hubo también personas que pronunciaron y escribieron las propias palabras de Dios y las registraron en la Escritura, pero puede que nos sorprenda encontrar que Jesús ya no los llamaba «profetas» sino que utilizaba un nuevo término, «apóstoles».
Los apóstoles son la contrapartida en el Nuevo Testamento de los profetas del Antiguo Testamento (vea 1ª Co 2:1 3; 2ª Co 13:3; Gá 1:8-9; 11-12; 1ª Ts 2: 13,4:8, 15; 2ª P 3: 2). Son los apóstoles, no los profetas, los que tienen autoridad para dictar las palabras de las Escrituras del Nuevo Testamento.
Cuando los apóstoles quieren establecer su autoridad única nunca apelan al título de «profeta» sino más bien se llaman a sí mismos «apóstoles» (Ro 1: 1; 1ª Co 1: 1; 9:1-2; 2ª Co 1: 1; 11: 12-13; 12: 11-12; Gá 1:1; Ef. 1:1; 1ª P 1: 1; 2ª P 1: 1; 3:2; y otros.).
2. EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA PROFETA EN TIEMPOS DEL NUEVO TESTAMENTO.
¿Por qué escogió Jesús el nuevo término apóstol para designar a aquellos que tenían autoridad de dictar Escritura? Era probablemente porque la palabra griega prophetes (profeta) en tiempos del Nuevo Testamento tenía una amplia gama de significados.
Ella no tenía por lo general el sentido de «aquel que habla las propias palabras de Dios» sino más bien «aquel que habla sobre la base de alguna influencia exterior» (a menudo algún tipo de influencia espiritual). Tito 1:12 utiliza la palabra con este sentido, mientras Pablo cita al poeta griego Epiménides: «Fue precisamente uno de sus profetas el que dijo: 'Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones perezosos'». Los soldados que se burlaron de Jesús parece que también utilizaron la palabra profetiza de esta manera, cuando vendaron los ojos de Jesús y cruelmente demandaron, «¡Profetiza! ¿Quién es el que te golpeó?» (Lc 22:64).
Ellos no trataban de decir: «Habla palabras de absoluta autoridad divina», sino: «Dinos algo que te haya sido revelado» (Jn 4: 19).
Muchos escritos fuera de la Biblia utilizan la palabra profeta (Gr. prophetes) de esa manera, sin atribuirle ninguna autoridad divina a las palabras del llamado «profeta». De hecho, en tiempos del Nuevo Testamento el término profeta en su uso cotidiano simplemente significaba «aquel que tiene un conocimiento sobrenatural» o Varios autores han diferido de mi interpretación del don de profecía.
Para otros puntos de vista de la posición ofrecida en este capítulo, vea Richard Gaffin, «aquel que predice el futuro»-o aun solo el «vocero» (sin ninguna connotación de autoridad divina). Helmut Kramer ofrece varios ejemplos de tiempos cercanos al Nuevo Testamento en un artículo del Theological Dictionary ofthe New Testament: z
Un mósofo es llamado «un profeta de naturaleza inmortal» (Dio Chrysostom, d.C. 40-120)
Un maestro (Diógenes) quiere ser «un profeta de la verdad y el candor» (Luciano de Samosata, d.C. 120-180)
Aquellos que abogan por la filosofía epicúrea son llamados «profetas de Epicuro» (Plutarco, d.C. 50-120)
La historia escrita es llamada «la profetiza e la verdad» (Diodoro Siculus, escribió cerca de 60-30 a. c.)
Un especialista en botánica es llamado un profeta (Dioscurides de Cilicia, primer siglo d. c.)
Un «curandero» en el campo de la medicina es llamado un profeta (Galeno de Pérgamo, d. c. 129-199)
Kramer concluye que la palabra griega para «profeta» (profetes) «simplemente expresa la función formal de declarar, proclamar, dar a conocer». Pero, debido a que «todo profeta declara algo que no es suyo», la palabra griega para «heraldo» (keryx) «es el sinónimo más cercano».'
Por supuesto, las palabras profeta y profecía fueron a veces utilizadas en relación con los apóstoles en contextos que enfatizaban la influencia externa (del Espíritu Santo) bajo el cual ellos hablaban (así en Ap 1: 3; 22:7; y Ef. 2: 20; 3: 5): pero esta no era la terminología ordinaria utilizada para referirse a los apóstoles, ni los términos profeta y profecía implican en sí mismos autoridad divina para sus palabras o escritos.
Mucho más comúnmente, las palabras profeta y profecía se utilizaban para referirse a cristianos ordinarios que no hablaban con autoridad divina absoluta, sino simplemente reportaban algo que Dios había puesto en sus corazones o traído a sus mentes.
Hay muchas indicaciones en el Nuevo Testamento que este don de profecía ordinario tenía menos autoridad que la Biblia, y aun menos que las enseñanzas bíblicas reconocidas en la iglesia primitiva, como se hace evidente en la sección siguiente.
NOTA: Sostengo una larga discusión sobre Ef2:20 en The Gift of Profeeyin theNew Testamentand Today, pp. 45-63, en la que alego que Pablo dice que la iglesia «está asentada sobre el fundamento de los apóstoles-profetas» (o de «apóstoles
que también son profetas»). Esta es una traducción gramaticalmente aceptable de ton apostolon kai propheton. Como tal, el pasaje se refiere a los apóstoles, a quienes se reveló el misterio de la inclusión de los gentiles en la iglesia (vea Ef3:5, que especifica que este misterio «ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas [o «apóstoles- profetas» o, «apóstoles que también son profetas»] por el Espíritu»).
No pienso que Efesios 2:20 tenga mucha relevancia en relación con toda la discusión sobre la naturaleza del don de profecía. Ya sea que veamos aquí, como yo veo, un grupo (de apóstoles-profetas) o dos grupos, como Richard Gaffin y varios otros ven (de apóstoles y profetas), todos estamos de acuerdo que estos profetas son aquellos que proveyeron el fundamento de la iglesia, y por lo tanto, estos son profetas que pronunciaron las palabras infalibles de Dios.
En lo que discordamos es en el asunto de si este versículo describe el carácter de todos los que tenían el don de profecía en las iglesias del Nuevo Testamento. No veo una prueba convincente de que este describe a todos los que profetizaban en la iglesia primitiva. Antes bien, el contexto claramente señala a un grupo muy limitado de profetas que eran:
(A) Parte del verdadero fundamento de la iglesia:
(B) Intimamente conectado con los apóstoles. Y:
(C) Receptores de la revelación de Dios que los gentiles eran miembros de la iglesia iguales que los judíos (Ef. 3: 5).
Tanto si decimos que este grupo eran solo los apóstoles, como si era un pequeño grupo de profetas íntimamente asociados con los apóstoles que decían cosas con calidad de Escritura, todavía nos quedamos con la imagen de un único grupo muy pequeño de personas que proveen el fundamento de esta iglesia universal.
3. INDICACIONES QUE LOS «PROFETAS» NO HABLABAN CON IGUAL AUTORIDAD QUE LAS PALABRAS DE LA ESCRITURA.
A. HECHOS 21:4:
En Hechos 21 :4, leemos de los discípulos de Tiro: (Ellos, por medio del Espíritu, exhortaron a Pablo a que no subiera a Jerusalén). Esto parece ser una profecía dirigida a Pablo, ¡pero Pablo la desobedeció! Él nunca hubiera hecho esto si esta profecía contuviera las propias palabras de Dios y tuviera igual autoridad que las Escrituras.
B. HECHOS 21:10-11:
Entonces en Hechos 21: 10-11, Agabo profetizó que los judíos de Jerusalén atarían a Pablo y 10 entregarían «a manos de los gentiles», una predicción que estuvo cercana a ser correcta pero no del todo: los romanos, no los judíos, encadenaron a Pablo (v. 33; también 22: 29),' y los judíos, en lugar de entregarlo voluntariamente, trataron de matarlo y hubo que rescatarlo a la fuerza (v. 32):
La predicción no estuvo muy equivocada, pero tenía inexactitudes de detalle que habrían cuestionado la validez de cualquier profeta del Antiguo Testamento. Por otro lado, este texto podría explicarse perfectamente suponiendo que Agabo había tenido una visión de Pablo como prisionero de los romanos en Jerusalén, rodeado de una colérica turba de judíos.
Su propia interpretación de esa «visión» o (revelación) del Espíritu Santo habría sido que los judíos habían atado y entregado a Pablo a los romanos, y eso es lo que Agabo habría (algo erróneamente) profetizado.
Esto es exactamente el tipo de profecía fallida que se adecuaría a la definición de profecía de las congregaciones del Nuevo Testamento propuesta arriba comunica en nuestras propias palabras algo que Dios nos ha traído espontáneamente a la mente.
Una objeción a este punto de vista es decir que la profecía de Agabo de hecho se cumplió y que aun Pablo lo reporta en Hechos 28: 17: «Me arrestaron en Jerusalén y me entregaron a los romanos».'
Pero el propio versículo no apoyaría esa interpretación. El texto griego de Hechos 28: 17 se refiere explícitamente a que Pablo fue sacado de Jerusalén como prisionero'
Por lo tanto la declaración de Pablo describe su transferencia fuera del sistema judicial judío (los judíos buscaban traerlo de nuevo para que compareciera ante el Sanedrín en Hch 23: 15, 20) Y dentro del sistema judicial romano en Cesarea (Hch 23;23-35).
Por consiguiente Pablo dice correctamente en Hechos 28:18 que los mismos romanos en cuyas manos lo habían entregado como prisionero (v. 17) fueron aquellos que (Gr. hoitines, v. 18) «me interrogaron y quisieron soltarme por no ser yo culpable de ningún delito que mereciera la muerte» (Hch 28: 18; 23 : 29; también 25: 11,18-19; 26: 31-32). Entonces Pablo añade que cuando los judíos se opusieron él se vio obligado «a apelar al emperador» (Hch 28:19; cf. 25:11).
Toda esta narración de Hechos 28:17-19 se refiere a la transferencia de Pablo de Jerusalén a Cesarea de Hechos 23: 12-35, Y explica a los judíos de Roma porqué Pablo está bajo custodia romana. La narración no se refiere en absoluto a Hechos 21: 27-36 y la escena de la turba cerca del templo de Jerusalén. Así que esta objeción no es convincente.
El versículo no apunta a ninguna de las dos caras de la profecía de Agabo; no menciona que los judíos ataron a Pablo, ni tampoco que lo entregaron a los romanos.
De hecho, este se refiere a la escena de (Hch 23: 12-35); una vez más habían acabado de arrebatar a Pablo por la fuerza de manos de los judíos (Hch 23: 10) y, muy ajenos de buscar entregarlo a los romanos, éstos esperaban matarlo en una emboscada (Hch 23: 13-15).
Otra objeción a mi interpretación de Hechos 21: 10-11 es decir que los judíos no tenían realmente que atar a Pablo y entregarlo en manos de los gentiles para que la profecía de Agabo fuera cierta, porque los judíos eran responsables de estas actividades aun si no las hubieran llevado a cabo.
Robert Thomas dice: «Es algo común hablar de la parte o partes responsables de ejecutar un acto aunque él o ellos puede que no hayan sido los agentes inmediatos»: Thomas cita ejemplos similares de Hechos 2: 23 (cuando Pedro dice que los judíos crucificaron a Cristo, aunque en realidad lo hicieron los romanos) y Juan 19:1 (Donde leemos que Pilato azotó a Jesús (RVR), cuando sin duda sus soldados llevaron a cabo la acción). Thomas concluye que en consecuencia: «Los judíos fueron los que encadenaron a Pablo exactamente como Agabo predijo».
En respuesta, estoy de acuerdo en que la Biblia puede decir que alguien hace algo aunque el que ejecuta el acto es el agente de esa persona. Pero en cada caso la persona que se dice comete el acto desea que el acto se cometa y da las órdenes para que otros lo hagan. Pilato ordenó a sus soldados azotar a Jesús.
Los judíos demandaron enérgicamente que los romanos crucificaran a Cristo. Por contraste, en la situación de la captura de Pablo en Jerusalén, no hay tal paralelo. Los judíos no ordenaron que Jesús fuera encadenado pero los romanos lo hicieron: «El comandante se abrió paso, lo arrestó y ordenó que lo sujetaran con dos cadenas (Hch 21: 33). Y de hecho la forma paralela del discurso se halla aquí, porque, aunque el comandante ordenó encadenar a Pablo, más adelante leemos que «al darse cuenta que Pablo era ciudadano romano, el comandante mismo se asustó de haberlo encadenado» (Hch 22: 29).
Así que este relato si habla de la atadura como realizada por ambos, ya sea por el agente responsable o por la gente que la llevó a cabo, pero en los dos casos se trata de romanos, no de judíos. En resumen, esta objeción dice que los judíos encadenaron a Pablo. Pero Hechos dice dos veces que los romanos lo encadenaron. Esta objeción dice que los judíos entregaron a Pablo a los gentiles.
Pero Hechos dice que rehusaron violentamente entregarlo, de manera que tuvo que ser tomado por la fuerza. La objeción no se ajusta a las palabras del texto.
NOTA: En ambos versículos Lucas utiliza el mismo verbo griego (deo) que Agabo había utilizado para predecir que los judíos atarían a Pablo.
EI verbo que Agabo utilizó (paradidomi), «entregar, traspasan» tiene el sentido de entregar voluntariamente, consciente, deliberadamente, o traspasar algo a otro. Este es el sentido que tiene en las otras 119 instancias de la palabra en el Nuevo Testamento. Pero este sentido no es cierto con respecto al tratamiento de Pablo por los judíos: ¡ellos no entregaron voluntariamente a Pablo a los romanos!
La traducción de la NVI: «Me arrestaron en Jerusalén y me entregaron a los Romanos», escamotea por completo la idea (requerida por el texto griego) de que lo entregaron fuera de (ex)Jerusalén, y elimina la idea de que lo entregaron como prisionero (gr. desmios), añadiendo en su lugar la idea de que lo arrestaron en Jerusalén, un acontecimiento que no se menciona en el texto griego de este versículo.
C. 1ª TESALONICENSES 5: 9-21:
Pablo dice a los tesalonicenses: «No desprecien las profecías, sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno» (1 Ts 5:20-21). Si los tesalonicenses hubieran pensado que la profecía se equiparaba a la Palabra de Dios en autoridad, nunca habría tenido que decir a los tesalonicenses que no la despreciaran.
Ellos «recibieron» y «aceptaron» la Palabra de Dios «con la alegría que infunde el Espíritu Santo» (1ª Ts 1: 6; 2: 13; 4: 15). Pero cuando Pablo les dice que lo sometan «todo a prueba» ello debe incluir por lo menos las profecías que menciona en la frase previa. Pablo implica que las profecías contienen algunas cosas buenas y algunas cosas que no son buenas cuando los anima a aferrarse «a lo bueno». Esto es algo que nunca pudo haberse dicho de las palabras de un profeta del Antiguo Testamento, o de las autorizadas enseñanzas de un apóstol del Nuevo Testamento.
D. 1 CORINTIOS 14:29-38:
Más amplias pruebas de las profecías del Nuevo Testamento se hallan en 1ª Corintios 14. Cuando Pablo dice: «Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen (1ª Co 14: 29), sugiere que deben escuchar atentamente y entresacar lo bueno de lo malo, aceptando un poco y rechazando el resto (porque esto es lo que implica la palabra griega diakrino, que aquí se traduce «y los demás juzguen»).
No podemos imaginar que un profeta del Antiguo Testamento como Isaías hubiera dicho: «Entresaquen lo bueno de lo malo, lo que han aceptado de lo que no deben aceptar!» Si la profecía tiene autoridad divina absoluta, sería pecado hacer esto. Pero aquí Pablo ordena que se haga, lo que sugiere que la profecía del Nuevo Testamento no tiene la autoridad de las verdaderas palabras de Dios.
En 1 Corintios 14:30, Pablo permite que un profeta interrumpa a otro: «Si alguien que está sentado recibe una revelación, el que esté hablando ceda la palabra.
Así todos pueden profetizar por turno». Otra vez, si los profetas hubieran estado proclamando las verdaderas palabras de Dios, de valor igual que la Escritura, se hace dificil imaginar que Pablo haya dicho que deben ser interrumpidos sin permitírseles terminar su mensaje. Pero eso es lo que ordena.
Pablo sugiere que nadie en Corinto, una iglesia que tenía mucha profecía, podía expresar verdaderas palabras de Dios. En 1ª Corintios 14: 36, dice: «¿Acaso la palabra de Dios procedió de ustedes? ¿O son ustedes los únicos que la han recibido?
Entonces, en los versículos 37 y 38, proclama que tiene una autoridad mucho mayor que cualquier profeta de Corinto: «Si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que esto que les escribo es mandato del Señor. Si no lo reconoce, tampoco él será reconocido».
Todos estos pasajes indican que la popular idea que los profetas hablaban «las palabras del Señor» cuando los apóstoles no estaban presentes en las iglesias de los primeros tiempos es simplemente incorrecta.
 NOTA: Vea abajo, sobre la cuestión de la frase introductoria de Agabo: «Así dice el Espíritu Santo».
Las instrucciones de Pablo son diferentes a las del documento cristiano temprano conocido como la Didache, que le dice a las personas, «no prueben ni examinen a ningún profeta que habla en un espíritu (o: en el Espíritu) (capítulo 11). Pero la Didache dice varias cosas que son contrarias a la doctrina del Nuevo Testamento (vea W. Grudem, The Gift of Prophecy in the New Testament and Today).
E. PREPARATIVOS APOSTÓLICOS PARA LA AUSENCIA DE ÉSTOS:
Además de los versículos que hemos considerado hasta ahora, otro tipo de evidencia sugiere que los profetas de las congregaciones del Nuevo Testamento hablaban con menos autoridad que los apóstoles del Nuevo Testamento o las Escrituras: el problema de los herederos de los apóstoles se resuelve no instando a los cristianos a escuchar a los profetas (aun cuando había profetas a su alrededor) sino apuntando a las Escrituras.
Así que Pablo, al final de su vida, hace énfasis en usar «bien la palabra de verdad» (2ª Ti 2:1 5), y «toda Escritura» inspirada por Dios, «útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2ª Ti 3: 16). A Judas urge a sus lectores a seguir «luchando vigorosamente por la fe encomendada una vez por todas a los santos» Judas 3).
Pedro, al final de su vida, anima a sus lectores a «prestar atención» a la Escritura, que es «como una lámpara que brilla en un lugar oscuro» (2ª P 1: 19-20), y les recuerda las enseñanzas del apóstol Pablo «en todas sus epístolas» (2ª P 3: 16). En ningún lugar leemos exhortaciones a «escuchar a los profetas en sus iglesias» o a «obedecer las palabras del Señor dadas por sus profetas», etc.
Pero ciertamente hubo profetas que profetizaban en muchas congregaciones locales tras la muerte de los apóstoles. Parece que no tenían la misma autoridad que los apóstoles, y los autores de la Escritura lo sabían. La conclusión es que las profecías de hoy tampoco son «palabra de Dios».
4. ¿CÓMO DEBERÍAMOS HABLAR SOBRE LA AUTORIDAD DE LA PROFECÍA HOY?
De manera que las profecías en la iglesia de hoy deben considerarse meras palabras humanas, no palabra de Dios, y no palabras de igual autoridad a la palabra de Dios. ¿Pero esta conclusión está en pugna con las prácticas y enseñanzas carismáticas actuales?
Pienso que está en conflicto con muchas prácticas carismáticas, pero no con la mayoría de las enseñanzas carismáticas.
La mayoría de los maestros carismáticos de hoy estarían de acuerdo en que la profecía contemporánea no tiene la misma autoridad que la Escritura. Aunque algunos hablarían de la profecía como que es «la palabra de Dios» para hoy, hay un consenso casi uniforme entre todas las secciones del movimiento carismático de que la profecía es imperfecta e impura, y que contendría elementos en los que no se debe confiar u obedecer.
NOTA: La NIV traduce: «¿Acaso la palabra de Dios procedió de ustedes?» El apóstol se da cuenta que ellos deben admitir que la Palabra de Dios no procedió de ellos por lo tanto, sus profetas no pueden haber estado pronunciando palabras de Dios de autoridad igual que la de las Escrituras.
Por ejemplo, Bruce Yocum, autor de un libro carismático sobre la profecía ampliamente utilizado, escribe: «La profecía puede ser impura- nuestros propios pensamientos o ideas pueden mezclarse con el mensaje que recibimos-ya sea que recibamos las palabras directamente o que solo recibamos el sentido del mensaje».
Pero debe decirse que en la práctica actual se deriva mucha confusión del hábito de prologar las profecías con la usual frase del Antiguo Testamento: «Así dice el Señor» (una frase que nunca se pronuncia en el Nuevo Testamento por ninguno de los profetas de las iglesias del Nuevo Testamento).
Esto es desafortunado, porque da la impresión que las frases que siguen son las verdaderas palabras de Dios, en tanto que el Nuevo Testamento no justifica esa posición y, cuando se hace énfasis en ellas, la mayoría de los voceros carismáticos responsables en todo caso no desearían invocarlas para cada parte de sus profecías. De manera que no se ganaría ni se perdería mucho si se desechara esa frase introductoria.
Ahora, es verdad que Agabo usa una frase similar (Así dice el Espíritu Santo) en Hechos 21: 11, pero las mismas palabras (Gr. tadelegei) se utilizan parlas autores cristianos para introducir justo en tiempos del Nuevo Testamento paráfrasis muy generales o interpretaciones muy ampliadas de lo que se reporta (así Ignacio, Epístola a los de Filadelfia 7: 1-2 [alrededor de 208 d.C.]. La frase puede que signifique aparentemente: «Esto es en general (o aproximadamente) lo que nos dice el Espíritu Santo».
Si alguien realmente piensa que Dios le pone algo en la mente que debe comunicarse a la congregación, no hay nada equivocado en decir: «Pienso que el Señor pone en mi mente esto» o Me parece que el Señor nos muestra» o alguna expresión similar. Por supuesto, eso no suena tan «contundente» como: «Así dice el Señor, pero si el mensaje viene realmente de Dios, el Espíritu Santo hará que ello suene con gran poder para los corazones de aquellos que necesitan escuchar.
5. UNA «REVELACIÓN» ESPONTÁNEA HIZO DE LA PROFECÍA DIFERENTE DE OTROS DONES.
Si la profecía no contiene las verdaderas palabras de Dios, ¿qué es entonces? ¿En qué sentido ella viene de Dios?
Pablo indica que Dios puede traer algo espontáneamente a la mente de manera que la persona que profetiza lo comunicaría en sus propias palabras. Pablo llama esto una «revelación»: «Si alguien que está sentado recibe una revelación, el que esté hablando ceda la palabra. Así todos pueden profetizar por turno» (1ª Co 14: 30-31).
Aquí él utiliza la palabra revelación en un sentido más amplio que la forma técnica utilizada por los teólogos para referirse a las palabras de la Escritura- pero el Nuevo Testamento usa en todas partes el término revelar o revelación en este sentido más amplio de comunicación con Dios que no da lugar a la redacción de Escritura o a palabras de igual autoridad a la Escritura (vea Fil3:15; Ro 1: 18; Ef 1: 17; Mt 11: 27).
Pablo se refería simplemente a algo que Dios ponía de pronto en la mente, o algo que Dios podía imprimir en la conciencia de alguien de tal manera que la persona tuviera la sensación que ello venía de Dios. Puede que el pensamiento que se suscita en la mente sea sorprendentemente diferente al curso de los pensamientos de la propia persona, o que esté acompañado por un vivo sentido de urgencia o persistencia, o que de alguna otra manera le dé a la persona una percepción asaz clara de que viene del Señor.
De esa manera, si entra uno que no cree cuando todos profetizan, «los secretos de su corazón quedarán al descubierto. Así que se postrará ante Dios, y lo adorará, exclamando: «¡Realmente Dios está entre ustedes!» (1ª Co 14: 25). He escuchado un informe de este acontecimiento en una iglesia bautista de Estados Unidos que claramente no es carismática.
Un orador misionero hizo una pausa en medio de su mensaje y dijo algo como esto: «No planifiqué decir esto pero parece que el Señor indica que alguien en esta iglesia acaba de separarse de su mujer y su familia. Si ello es así, déjeme decirle que Dios quiere que usted vuelva a ellos y aprenda a seguir las normas de Dios para la vida familiar».
El misionero no lo sabía, pero en el balcón no iluminado se sentó un hombre que había entrado a la iglesia momentos antes por primera vez en su vida. La descripción se adecuaba a él exactamente, y él se dio a conocer, reconoció su pecado, y comenzó a buscar a Dios.
Profecía
De esta forma, la profecía sirve como una «señal» para los creyentes (1ª Co 14: 22)-es una clara demostración de que Dios obra en su medio, una «señal» de las bendiciones que Dios dispensa a la congregación. Y como también obrará para la conversión de los incrédulos, Pablo anima a utilizar este don cuando «entran algunos que no entienden o no creen» (1ª Co 14: 33).
Muchos cristianos en todos los períodos de la iglesia han experimentado o escuchado de eventos similares-por ejemplo, una petición no planeada pero urgente puede haberse hecho para orar por ciertos misioneros en Nigeria. Entonces, mucho después, aquellos que oraban descubrieron que justo en ese momento los misioneros habían sufrido un accidente automovilístico o estaban en un instante de intenso conflicto espiritual, y habían necesitado esas oraciones.
Pablo llamaría la sensación o intuición de esas cosas una «revelación», y la comunicación a la congregación de ese aviso de Dios sería llamado «profecía». Puede que en ella haya elementos de la propia cosecha o interpretación del que habla y que ciertamente esta necesite evaluación y prueba, pero aún así cumple una valiosa función en la iglesia.
NOTA: Aunque argumentamos arriba que la autoridad de la profecía en la iglesia del Nuevo Testamento es muy diferente a la autoridad de la profecía canónica del Antiguo Testamento, esto no significa que todo lo relacionado con la profecía del Nuevo Testamento tiene que ser diferente. En relación con la forma en la que llega la revelación al profeta, puede que no se trate de palabras o ideas que le vienen a la mente, sino también de imágenes mentales (o «visiones», Hch 2: 17) y sueños (Hch 2: 17).
6. LA DIFERENCIA ENTRE PROFECÍA Y ENSEÑANZA.
Hasta donde podamos asegurar, toda «profecía» en el Nuevo Testamento estaba basada sobre este tipo de inspiración espontánea del Espíritu Santo (cf. Hch 11:28; 21:4, 10-11; y note las ideas de profecía bosquejadas en Lc 7: 39; 22: 63-64; Jn 4: 19; 11: 51). A menos que una persona reciba una espontánea «revelación» de Dios, ahí no hay profecía.
Por contraste, ningún discurso humano que se llame «enseñanza» o que un «maestro» pronuncie, o que se describa por el verbo «enseñan>, nunca se dice en el Nuevo Testamento que esté basado en una revelación. Antes bien, «enseñanza» es a menudo simplemente una explicación o aplicación de la Escritura (Hch 15: 35; 18: 11,24-28; Ro 2: 21; 15: 4; Col 3: 16; Heb 5: 12) o una repetición o explicación de instrucciones apostólicas (Ro 16:17; 2 Ti 2:2; 3:10, y otros). Es lo que hoy llamaríamos «enseñanza bíblica» o «predicación».
Así que, la profecía tiene menos autoridad que la «enseñanza», y las profecías deben estar siempre sujetas en la iglesia a la autorizada enseñanza de la Escritura. A Timoteo no se le dijo que profetizara las instrucciones de Pablo a la iglesia; se le dijo que las enseñara (1ª Ti 4: 11; 6: 2). Pablo no profetizó su manera de vivir en cada iglesia; él lo enseñó (1ª Co 4: 17).
A los tesalonicenses no se les dijo que se mantuvieran fieles las tradiciones que les fueron «profetizadas» sino a las tradiciones que les fueron «enseñadas» por Pablo (2ª Ts 2: 15). Al contrario de algunos puntos de vista, fueron maestros, no profetas, los que ofrecieron liderazgo y dirección a las iglesias primitivas.
Por consiguiente, entre los ancianos estaban los que dedicaban «sus esfuerzos a la predicación y a la enseñanza» (1ª Ti 5: 17), y un obispo debía ser «capaz de enseñar» (1ª Ti 3: 2; Tit 1: 9)-pero nada se dice de ancianos cuyo trabajo fuera profetizar, ni tampoco se dice nunca que un anciano debe ser un «profeta apto» o que los ancianos deben «ser fieles a las sanas profecías». En su función de liderazgo Timoteo cuidar de su conducta y de su «enseñanza» (1ª Ti 4: 16), pero nunca se le dice que cuide sus profecías. Santiago advirtió que aquellos que enseñan, no que profetizan, serían juzgados con más severidad (Stg 3: 1).

En el Nuevo Testamento, la tarea de interpretar y aplicar las Escrituras se llama, entonces, «enseñanza». Aunque unos cuantos han aducido que los profetas en las iglesias del Nuevo Testamento ofrecieron interpretaciones de las Escrituras del Antiguo Testamento «carismáticamente inspiradas», esa alegación no ha sido muy persuasiva, fundamentalmente porque es dificil encontrar en el Nuevo Testamento algún ejemplo convincente en el que la categoría de «profeta» se use para referirse a alguien envuelto en este tipo de actividad.
Así que la distinción es bastante clara: si un mensaje es producto de una reflexión consciente sobre el texto de la Escritura, que contiene una interpretación del texto y una aplicación a la vida, entonces esto es (en términos del Nuevo Testamento) una enseñanza. Pero si un mensaje es la comunicación de algo que Dios nos pone de pronto en la mente, entonces esto es una profecía. Y por supuesto, aun las enseñanzas preparadas pueden ser interrumpidas por material adicional no preparado que el maestro de 1a Biblia siente que Dios pone de pronto en su mente- en ese caso, esto será una «enseñanza» mezclada con un elemento de profecía.
NOTA: No obstante, debemos advertir a las personas que el mero hecho de que una «revelación» parezca sobrenatural (y que incluso pueda contener una información sorprendentemente exacta) no garantiza que un mensaje sea una verdadera profecía de Dios, pues los falsos profetas pueden «profetizar» bajo influencia demoníaca. (Vea el cap. 20, sobre el hecho que los demonios pueden conocer acerca de actividades ocultas o conversaciones privadas en nuestras vidas, aun cuando no pueden conocer el futuro ni leer nuestros pensamientos.) Juan advierte que «han salido por el mundo muchos falsos profetas» (1 Jn 4: 1), Yo frece pruebas de la verdadera doctrina para distinguirlos (vv. 1-6), y dice que «el mundo los escucha» (v. 5).
Otras marcas de los falsos profetas pueden hallarse en 2Juan 7-9 (que niegan la encamación y no se someten a la doctrina de Cristo); Mateo 7:15-20 «Por sus frutos lo conocerán» (v. 16); Mateo 24: 11 (que engañarán a muchos); y Mateo 24:24 (harán grandes señales y milagros para engañar, de ser posible; aun a los elegidos). Por otro lado, 1 Corintios 12:3 parece decimos que no debemos pensar que los cristianos genuinos serán falsos profetas, que hablan por el poder de los demonios (vea la discusión de 1ª Co 12: 3), y Juan 4: 4 le asegura a los cristianos que «el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo».
7. OBJECIÓN: ESTO HACE LA PROFECÍA «DEMASIADO SUBJETIVA».
En este punto algunos han objetado que esperar por tales «recordatorios» de Dios es un proceso «demasiado subjetivo». Pero en respuesta puede decirse que, para la salud de la iglesia, ¡la gente que a menudo hace esta objeción es la que más necesita este proceso subjetivo en sus propias vidas cristianas! Este don requiere esperar en el Señor, escucharlo, oír sus recordatorios en nuestros corazones.
Lo que más necesitan los cristianos que son del todo evangélicos, sanos doctrinalmente, intelectuales y «objetivos», es probablemente la fuerte influencia estabilizadora de una relación «subjetiva» más vital con el Señor en la vida cotidiana. Y estas personas son también aquellas que tienen menos probabilidades de Ser conducidas a error, porque ya hacen gran énfasis en apoyarse firmemente en la Palabra de Dios.
Aunque existe el peligro contrario de una excesiva confianza en las impresiones subjetivas para orientarse, y es claro que contra eso hay que cuidarse. Las personas que buscan continuamente «mensajes» subjetivos de Dios para que guíen sus vidas deben ser advertidas que la orientación personal subjetiva no es una función primaria de la profecía del Nuevo Testamento. Ellos necesitan hacer mucho más énfasis en la Escritura y en buscar la probada sabiduría de Dios escrita ahí.
Muchos autores carismáticos estarían de acuerdo con esta advertencia, como indican las siguientes citas: Michael Harper (un pastor carismático anglicano):
Las profecías que les dicen a otros lo que deben hacer-deben ser contempladas con gran sospecha.
Donald Gee (Asambleas de Dios):
Muchos De Nuestros Errores En Lo Que Concierne A Los Dones Espirituales Se Originan Cuando Queremos Que Lo Extraordinario Y Excepcional Se Convierta En Frecuente Y Habitual. Que Todos Los Que Desarrollan Un Excesivo Deseo De «Mensajes» A Través De Los Dones Estén Advertidos Del Naufragio De Pasadas Generaciones Así Como De Las Contemporáneas. Las Santas Escrituras Son Una Lámpara A Nuestros Pies Y Una Luz En Nuestro Sendero.
Donald Bridge (pastor carismático británico):
El Iluminado Encuentra Constantemente «Dios Le Dice» Que Haga Cosas. Los Iluminados Son Frecuentemente Muy Sinceros, Muy Dedicados, Y Están Poseídos De Una Dedicación Para Obedecer A Dios Que Avergüenza A Cristianos Más Circunspectos.
No Obstante, Están Pisando Terreno Peligroso. Sus Antecesores Lo Han Hollado Antes, Y Siempre Con Resultados Desastrosos A Largo Plazo. Sensaciones Interiores Y Recordatorios Especiales Son Por Su Propia Naturaleza Subjetivos. La Biblia Provee Nuestra Guía Objetiva.
8. LAS PROFECÍAS PUEDEN INCLUIR CUALQUIER CONTENIDO EDIFICADOR.
Los ejemplos de profecías del Nuevo Testamento mencionados arriba muestran que la idea de profecía solo como «predicciones del futuro» es ciertamente errónea. Hubo algunas predicciones (Hch 11: 28; 21: 11), pero también hubo pecados que quedaron al descubierto (1ª Co 14: 25). De hecho, pudo incluirse cualquier cosa que edifica, pues Pablo dice: «el que profetiza habla a los demás para edificarlos, animarlos y consolarlos» (1ª Co 14: 3). Otra indicación del valor de la profecía era que ella podía hablar a las necesidades de los corazones de las personas de una manera directa y espontánea.
9. MUCHAS PERSONAS PUEDEN PROFETIZAR EN LA CONGREGACIÓN.
Otro gran beneficio de la profecía es que ella provee oportunidad de participación a todos en la congregación, no solo a aquellos que son oradores hábiles o que tienen dones para la enseñanza. Pablo dice que él quiere que «todos» los corintios «profetizaran» (1ª Co 14: 5) y añade: «Todos pueden profetizar por tumo, para que todos reciban instrucción y aliento» (1ª Co 14: 31). Esto no significa que en realidad todo creyente será capaz de profetizar, pues Pablo dice: «¿Son todos profetas?» (1ª Co 12: 29).
Pero sí significa que cualquiera que reciba una «revelación» de Dios tiene permiso de profetizar (dentro de las normas de Pablo), y esto sugiere que muchos lo harán. A causa de esto, una mayor apertura al don de profecía podría ayudar a superar la situación en la que muchos que asisten a nuestras iglesias son meros espectadores y no participantes. Quizás contribuimos al problema de un «cristianismo de espectadores » sofocando la obra del espíritu en esta área.
NOTA: Aquí Pablo indica que todo el que recibe una revelación en el sentido que acaba de mencionarse en el v. 29 será capaz de profetizar por tumos. Él no quiere decir que cada cristiano individual en Corinto tiene el don de profecía.
En una iglesia grande, solo unos pocos serán capaces de hablar cuando toda la iglesia está reunida, pues Pablo dice: «En cuanto a los profetas, que hablen dos o tres» (1ª Co 14. 29). Pero muchos más tendrán oportunidades de profetizar en reuniones más pequeñas en las casas.
10. DEBEMOS «DESEAR SERIAMENTE» PROFETIZAR.
Pablo valoraba tanto este don que le dijo a los corintios: «Empéñense en seguir el amor y ambicionen los dones espirituales, sobre todo el de profecía» (1ª Co 14: 1). Entonces, al final de su discusión de los dones espirituales, repitió: «Así, que hermanos míos, ambicionen el don de profetizar» (1ª Co 14:39). Y dijo: «El que profetiza edifica la iglesia» (1ª Co 14: 4).
Si Pablo estaba ansioso porque el don de profecía funcionara en Corinto, preocupado por la inmadurez, el egoísmo, las divisiones y otros problemas que aquejaban a la iglesia, ¿no debemos entonces buscar enérgicamente este valioso don en nuestras congregaciones hoy? Nosotros evangélicos que profesamos creer y obedecer todo lo que la Escritura dice, ¿no debemos también creer y obedecer esto? ¿Y que una mayor apertura al don de profecía quizá pueda ayudar a corregir este peligroso desequilibrio en la vida de la iglesia, un desequilibrio que se debe a que somos demasiado intelectuales, objetivos y doctrinales?
11. ALENTAR Y REGULAR LA PROFECÍA EN LA IGLESIA LOCAL.
Por último, si una iglesia comienza a alentar el uso de la profecía donde no se ha utilizado antes, ¿qué debe hacer? ¿Cómo puede alentar este don sin caer en abusos?
Para todos los cristianos, y especialmente para pastores y otros que tienen responsabilidades docentes, sería apropiado y sabio desde el punto de vista pastoral dar varios pasos:
(1) Ore seriamente implorando la sabiduría del Señor sobre cómo y cuándo abordar este tema en la iglesia.
(2) Se impartirán enseñanzas sobre este tema en los estudios bíblicos regulares que la iglesia ya provee.
(3) La iglesia debe ser paciente y proceder despacio-los líderes de la iglesia no deben ser «dominantes» (o «tiranos») (1 P 5:3), y un abordaje paciente evitará ahuyentar a gente temerosa o alienarlas innecesariamente.
(4) La iglesia debe reconocer y alentar el don de profecía de la forma que ya ha venido funcionando en la iglesia -en las reuniones de oración de la iglesia, por ejemplo-, cuando alguien se ha sentido inusualmente «guiado» por el Espíritu Santo a orar por algo, o cuando le ha parecido que el Espíritu Santo le ha traído a la mente un himno o pasaje de la Escritura, o cuando sienta un tono de sentido común o el enfoque específico en un momento de adoración u oración en grupo.
Aun los cristianos de iglesias no receptivas del don de profecía pueden por lo menos ser sensibles a los impulsos del Espíritu Santo relacionados con aquello por lo que se debe orar en las reuniones de oración de la iglesia, y que entonces puede expresar esos impulsos en forma de una oración al Señor (lo que podría llamarse una «oración profética»).
(5) Si se han seguido los primeros cuatro pasos, y si la congregación y su liderazgo lo acepta, se podrían conceder algunas oportunidades a la práctica del don de profecía en los cultos de adoración menos formales de la iglesia, o en los grupos más pequeños de los hogares.
Si esto se permite, aquellos que profeticen deben mantenerse dentro de las directivas de la Escritura (1ª Co 14: 29-36), deben buscar genuinamente la edificación de la iglesia y no su propio prestigio (1ª Co 14: 12,26), Y no debe dominar la reunión o ser demasiado dramático o emocional en sus palabras (y así atraer la atención hacia sí mismos en lugar de hacia el Señor).
Las profecías se deben ciertamente evaluar de acuerdo con las enseñanzas de la Escritura (1ª Co 14: 29-36; 1ª Ts 5: 19-21).
(6) Si el don de profecía comienza a ser utilizado en la iglesia, esta debe poner aun más énfasis sobre valor inmensamente superior de la Escritura como la fuente a la que pueden acudir los cristianos a escuchar la voz del Dios vivo. La profecía es un don valioso, como lo son otros muchos dones, pero está en la Escritura que es Dios y solo Dios quien nos habla con sus propias palabras, aun hoy, y a lo largo de nuestras vidas.
En lugar de esperar que en cada culto de adoración lo notable sea alguna palabra de profecía, es necesario recordarle a los que utilizan el don de profecía que debemos centrar nuestro gozo, nuestras expectativas, y nuestro deleite en el propio Dios mientras él nos habla a través de la Biblia.
Allí tenemos un tesoro de infinito valor: las verdaderas palabras de nuestro Creador que nos habla en un lenguaje que podemos entender. y en lugar de buscar frecuente orientación a través de la profecía, debemos hacer énfasis que es en la Escritura donde podemos encontrar orientación para nuestras vidas.
En la Escritura está nuestra fuente de directivas, nuestro foco cuando buscamos la voluntad de Dios, nuestras normas completamente confiables y suficientes. Es de las palabras de Dios en la Escritura que podemos decir confiados: «Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero» (Sal 119: 105).
B. ENSEÑANZA
El don de la enseñanza en el Nuevo Testamento es la habilidad de explicar la Escritura y aplicarla a la vida de las personas. Esto se hace evidente en varios pasajes.
En Hechos 15: 35, Pablo y Bernabé y «muchos otros» están en Antioquia enseñando y anunciando la palabra del Señor». En Corinto, Pablo permaneció un año y medio «enseñando entre el pueblo la palabra de Dios» (Hch 18: 11). Y los lectores de la Epístola a los Hebreos, aunque deben haber sido maestros, necesitaban más bien que alguien volviera a enseñarles «las verdades más elementales de la palabra de Dios». (Heb 5: 12).
Pablo les dice a los romanos que las palabras de las Escrituras del Antiguo Testamento se escribieron «para enseñamos» (gr. didaskalia) (Ro 15: 4), y le escribe a Timoteo que «toda Escritura» es «útil para enseñar didaskalia» (2ª Ti 3: 16).
Por supuesto, si la «enseñanza» en la iglesia primitiva estaba basada muy a menudo en las Escrituras del Antiguo Testamento, debe extrañar que también estuviera basada en algo de igual autoridad que las Escrituras, o sea, en un cuerpo de instrucciones apostólicas recibidas. Timoteo debía tomar la enseñanza que había recibido de Pablo y encomendarla a hombres fieles que estuvieran capacitados «para enseñar a otros» (2ª Ti 2: 2).
Y los tesalonicenses debían mantenerse «fieles a las enseñanzas» que Pablo les trasmitió (2ª Ts 2: 15). Lejos de estar basadas en una revelación espontánea que vino durante el culto de adoración de la iglesia (como era la profecía), este tipo de «enseñanza» era la repetición y explicación de una auténtica lección apostólica.
Enseñar lo contrario a las instrucciones de Pablo era enseñar una doctrina diferente o herética (heterodidaskalo) «apartándose de la sana enseñanza de nuestro Señor Jesucristo y de la doctrina que se ciñe a la verdadera religión» (1ª Ti 6:3), De hecho, Pablo dijo que Timoteo debía recordarle a los corintios «cómo enseño por todas partes, y en todas las iglesias» (1ª Co 4: 17).
Asimismo le dice: «Encarga y enseña estas cosas» (1ª Ti 4: 11), y (esto es lo que debes enseñar y recomiendan) (1ª Ti 6: 2), cuando habla de sus instrucciones a la iglesia de Éfeso. Aunque esto no era profecía sino enseñanza que proveyó en sentido primario (provenía de los apóstoles) las primeras normas doctrinales y éticas que regulaban la iglesia. Y como aquellos que aprendieron de los apóstoles también enseñaron, su enseñanza guió y dirigió las iglesias locales."
De manera que enseñar en términos de las epístolas del Nuevo Testamento consistía en repetir y explicar las palabras de la Escritura (o las igualmente autorizadas enseñanzas de Jesús y los apóstoles) y aplicarlas a los que escuchaban. En las epístolas del Nuevo Testamento, «enseñar» es algo muy parecido a lo que describe hoy nuestra frase «enseñanza bíblica».

C. MILAGROS

Justo después de los apóstoles, los profetas y maestros, «luego los milagros» dice Pablo (1ª Co 12: 28). Aunque muchos de los milagros que se ven en el Nuevo Testamento fueron específicamente milagros de sanidad, Pablo menciona aquí la sanidad como un don separado. Por lo tanto, en este contexto debía haber tenido en mente algo diferente a la sanidad.
Debemos recordar que la palabra castellana «milagros» puede que no nos acerque mucho a lo que Pablo quería decir, pues el vocablo griego es simplemente la forma plural de la palabra dynamis, «poder».2' Esto significa que el término puede referirse a cualquier actividad en la que el gran poder de Dios es evidente.
Ello puede incluir respuestas a la oración para liberarse de un peligro fisico (como la liberación de los apóstoles de la cárcel en Hch 5: 19-20 o 12: 6-11), o poderosas acciones de juicio sobre los enemigos del evangelio o aquellos que requieren ser disciplinados dentro de la iglesia (vea Hch 5: 1-11; 13: 9-12), o liberaciones milagrosas de una lesión (como con Pablo y la víbora en Hch 28: 3-6). Pero esas acciones del poder espiritual pueden incluir también poder para triunfar sobre la oposición de un demonio (como en Hch 16: 18; Lc 10: 17).
Como Pablo no define «obras milagrosas» de una forma más específica que esta, podemos decir que el don de milagros debe incluir el accionar de un poder divino que libera de un peligro, una intervención para atender necesidades especiales en el mundo fisico (como en el caso de Elías en 1ª Reyes 17: 1-16), un juicio sobre aquellos que de manera irracional y violenta se oponen al mensaje del evangelio, el triunfo sobre las fuerzas demoníacas que libran una guerra contra la iglesia, y cualquier otra forma en la que el poder de Dios se manifiesta de una manera evidente para hacer avanzar los propósitos divinos en una situación determinada.
Todas estas serían obras «poderosas» en las que se ayuda a la iglesia y se pone de manifiesto la gloria de Dios. (Vea también la discusión sobre los milagros en el capítulo17.)

D. SANIDAD

1. INTRODUCCIÓN: LA ENFERMEDAD Y LA SALUD EN LA HISTORIA DE LA REDENCIÓN.
Debemos primero recordar que la enfermedad fisica fue un resultado de la caída de Adán, y los males y la enfermedad son simplemente parte de las consecuencias de la maldición tras la caída, y conducirá eventualmente a la muerte fisica. Sin embargo, Cristo nos redimió de esa maldición cuando murió en la cruz: «Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores ... y gracias a sus heridas fuimos sanados (Is 53: 4-5).
Este pasaje alude tanto a la sanidad fisica como espiritual que Cristo compró para nosotros, pues Pedro lo cita al referirse a nuestra salvación: «El mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados (1 P 2:24).
Pero Mateo cita el mismo pasaje de Isaías en referencia a las curaciones físicas que Jesús realizó: «y con una sola palabra expulsó a los espíritus, y sanó a todos los enfermos. Esto sucedió para que se cumpliera 10 dicho por el profeta Isaías: 'Él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores'» (Mt 8: 16-17).
Probablemente todos los cristianos estarían de acuerdo con que en la expiación Cristo ha comprado para nosotros no solo completa libertad del pecado sino completa libertad de nuestras debilidades y dolores en su obra de redención (vea el capítulo 42 sobre la glorificación). Y todos los cristianos tampoco dejarían de estar de acuerdo en que nuestra plena y completa posesión de todos los beneficios que Cristo ganó para nosotros no vendrán hasta su regreso: solo «cuando el venga» (1ª Co 15: 23) es que recibiremos nuestros cuerpos resucitados perfectos.
Así es con la sanidad fisica y la redención de las enfermedades físicas que resultaron de la maldición de Génesis 3: nuestra completa posesión de la redención de las enfermedades físicas no será nuestra hasta que Cristo regrese y recibamos cuerpos resucitados.
Para la cuestión que enfrentamos con respecto al don de sanidad es si Dios nos concederá de vez en cuando un adelanto o un anticipo de la sanidad fisica que en el futuro nos otorgará a plenitud.26 Los milagros de sanidad de Jesús ciertamente demuestran que en ocasiones Dios está dispuesto a conceder un anticipo parcial de la salud perfecta que será nuestra por la eternidad.
Y el ministerio de sanidad que se observa en la vida de los apóstoles y otros en la iglesia primitiva también indica que esto fue parte del ministerio de la era del nuevo pacto. Como tal, se ajusta al mayor patrón de bendiciones del nuevo pacto, muchas de las cuales ofrecen anticipos parciales de las bendiciones que nos pertenecerán cuando Cristo regrese. «Ya» poseemos algunas de las bendiciones del reino, pero esas bendiciones «todavía» no son nuestras del todo.
NOTA: Cuando las personas dicen que en (la expiación, hay sanidad perfecta, la afirmación es verdadera en sentido amplio, pero en realidad no nos dice nada sobre cuando recibiremos "completa sanidad" (o cualquier parte de ella).
Para dos tratamientos muy útiles de este asunto, y del don de sanar enfermos en general, vea John Wimber, con Kevin Springer, Power Healing, y Ken Blue, Authority to Heal (lnter Varsity Press, Downers Grave, m., 1987). Vea también la excelente discusión de Jack Deere, Surprised by the Power ofthe Holy Spirit (Zondervan, Grand Rapids, 1993). Varias defensas académicas de un ministerio de sanidad hoy se encuentran en Gaty Greig y Kevin Springer, eds., The Kingdom and the Power (Gospel Light, Ventura, Calif., 1993).
2. EL PROPÓSITO DE LA SANIDAD.
Como con otros dones espirituales, la sanidad tiene varios propósitos. Ciertamente funciona como «señal» para confirmar el mensaje del evangelio, y mostrar que ha llegado el reino de Dios. Entonces también la sanidad trae consuelo y salud a aquellos que están enfermos, y con ello demuestra la misericordia como atributo de Dios hacia aquellos que están en aflicción. Tercero, la sanidad prepara a las personas para el servicio, al tiempo que remueve los impedimentos para el ministerio. Cuarto, la sanidad provee la oportunidad para que Dios sea glorificado cuando las personas ven pruebas físicas de su benevolencia, amor, poder, sabiduría y presencia.
3. ¿QUÉ ACERCA DEL USO DE LA MEDICINA?
¿Cuál es la relación entre orar por sanidad y el uso de la medicina y las habilidades de un médico? Ciertamente debemos utilizar la medicina si está disponible porque Dios también creó sustancias en la tierra que se pueden convertir en medicina con propiedades curativas.
De esa manera, las medicinas deben ser consideradas parte del conjunto de la creación, el cual estimó Dios que era «muy bueno» (Gn 1:31). Debemos usar de buen grado la medicina con gratitud hacia el Señor, pues: «Del Señor es la tierra y todo cuanto en ella hay» (Sal 24: 1).
De hecho, cuando hay medicina disponible y rehusamos utilizarla (en casos que nos pondrían a nosotros o a otros en peligro), entonces parece como si estuviéramos poniendo a prueba al Señor nuestro Dios (Lc 4: 12): esto es similar al caso de Satanás tentando a Jesús a que se tirara del templo en lugar de bajar por las escaleras.
Cuando hay medios ordinarios para bajar del templo (las escaleras), es «poner a prueba» a Dios tirarse y así demandar que realice un milagro en ese preciso momento. Rehusar el uso de una medicina efectiva, insistiendo en que Dios lleve a cabo un milagro de sanidad en lugar de una cura a través de la medicina, es muy similar a esto.
Por supuesto, es equivocado confiarse en doctores o en medicina en lugar de confiar en el Señor, un error que trágicamente cometió el rey Asa:
En El Año Treinta Y Nueve De Su Reinado, Asa Enfermó Gravemente De Los Pies, Y En Su Enfermedad No Buscó A Jehová, Sino Alas Médicos. Y Durmió Asa Con Sus Padres, Y Murió En El Año Cuarenta Y Uno De Su Reinado (2ª Cr 16: 12-13).
Pero si se utiliza la medicina en conexión con la oración, entonces debemos esperar que Dios bendiga y a menudo multiplique la efectividad de la medicina.
Aun cuando Isaías había recibido una promesa de sanidad del Señor para Ezequías, le dijo a los criados de este que trajeran una gran pasta de higos y la aplicaran (como un remedio) a una llaga de la que Ezequías padecía: «E Isaías dijo 'Preparen una pasta de higos'. Así 10 hicieron; luego se la aplicaron al rey en la llaga, y se recuperó» (2ª R 20: 7).
No obstante, a veces no hay una medicina apropiada disponible, o la medicina no trabaja. Ciertamente debemos recordar que Dios puede curar cuando los doctores y las medicinas no pueden (y debe asombramos con qué frecuencia los doctores no pueden curar, aun en los países más avanzados en el terreno de la medicina).
Por otra parte, puede que haya momentos cuando una enfermedad no nos coloca a nosotros o a otros en un peligro inmediato, y decidimos pedir a Dios que cure nuestra enfermedad sin el uso de la medicina, simplemente porque anhelamos otra oportunidad de ejercitar nuestra fe y darle a él gloria, y quizá porque deseamos obviar el gasto de tiempo y dinero utilizando medios médicos, o queremos evitar los efectos secundarios que tienen algunas medicinas.
En todos estos casos, es simplemente una cuestión de gusto personal y no parece ser un «poner a prueba» a Dios. (Sin embargo, la decisión de no utilizar medicinas en estos casos debe ser una decisión personal y no una impuesta por otros).
Vemos a Jesús sanando abiertamente donde los medios médicos han fallado, cuando «una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias, sin que nadie pudiera curarla. Ella se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, y al instante cesó su hemorragia» (Lc 8:43-44). Sin duda había mucha gente privada de la ayuda de médicos que venían dondequiera que Jesús enseñaba y sanaba, pero leemos que «todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba» (Lc 4: 40). No había enfermedad que Jesús no fuera capaz de sanar.
NOTA: Note la recomendación de Pablo para el uso del vino con propósitos medicinales en 1ª Ti 5: 23: «No sigas bebiendo sólo agua; toma también un poco de vino a causa de tu mal de estómago y tus frecuentes enfermedades»,
4. ,MUESTRA EL NUEVO TESTAMENTO MÉTODOS COMUNES UTILIZADOS EN LAS CURACIONES?
Los métodos utilizados por Jesús y los discípulos para traer sanidad varían de caso en caso, pero la mayoría de las veces incluían la imposición de manos. En el versículo acabado de citar, sin duda Jesús pudo haber pronunciado una poderoso mandato y curado a todos en una gran multitud al instante, pero en su lugar, «él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó» (Lc 4: 40).
La imposición de manos parece haber sido el método principal utilizado por Jesús para sanar, porque cuando se acercaban las personas y le solicitaban sanidad no pedían simplemente oraciones sino decían, por ejemplo: «Ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá». (Mt 9:18).
Otro símbolo fisico del poder del Espíritu Santo que viene a sanar era el ungimiento con aceite. Los discípulos de Jesús «sanaban a muchos enfermos, ungiéndolos con aceite» Y Santiago instruye a los ancianos de la iglesia para que ungieran al enfermo con aceite cuando oraran: «¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y si ha pecado, su pecado se le perdonará» (Stg 5: 14-15).
El Nuevo Testamento a menudo enfatiza el papel de la fe en el proceso de sanidad- algunas veces la fe de una persona enferma (Lc 8: 48; 17:19), pero en otros momentos es la fe de otros la que trae sanidad al enfermo. En Santiago 5: 15 son los ancianos los que oran, y Santiago dice que es «la oración de fe» la que salva al enfermo ella debe ser la fe de los ancianos que oran," no la fe del que está enfermo.
Cuando los cuatro hombres hicieron descender un paralítico a través de una abertura en el techo donde Jesús predicaba, leemos: «Al ver Jesús la fe de ellos»(Mr 2: 5). En otros momentos Jesús menciona la fe de la mujer cananea respecto a la curación de su hija Mt 15: 28), o del centurión por la curación de su criado Mt 8: 10, 13).32
NOTA: Vea la discusión sobre la imposición de manos en e! capítulo 48. pp. XXX-XX.
Vea también Lc 5:13; 13:13: Hch 28:8; también Marcos 6:2, y varios otros versículos en los evangelios que mencionan la imposición de manos. Sin embargo, Jesús no sanó siempre de esta manera.
El ungimiento con aceite en Santiago 5: 14 debe ser entendido como un símbolo del poder de! Espíritu Santo, no simplemente como algo medicinal, pues no sería apropiado utilizar e! aceite como una medicina para todas las enfermedades. Por otra parte, si su uso fuera solo medicinal, es dificil vislumbrar por qué los ancianos debían aplicarlo.
El aceite frecuentemente es un símbolo del Espíritu Santo en e! Antiguo Testamento (vea Éx 29:7; 1 S 16: 13; Sal 45: 7), y aquí parece ser también e! caso (Vea la extensa discusión de Douglas J. Moa, The Setterof James, pp. 177-81.)
5. ¿CÓMO ENTONCES DEBEMOS ORAR POR SANIDAD?
¿Cómo entonces debemos orar en relación con las enfermedades físicas? Ciertamente es correcto pedir sanidad a
Dios, pues Jesús nos enseña que oremos: «Líbranos del maligno» (Mt 6;13), Y el Apóstol Juan escribe a Gayo: «Oro para que te vaya bien en todos tus asuntos, y goces de buena salud» (3 Jn 2), Por otro lado, Jesús sanó frecuentemente a todos los que le traían, y nunca despidió a las personas, ¡diciéndoles que sería recomendable que permanecieran enfermos durante más tiempo!
Además de esto, cuando quiera que tomemos algún tipo de medicina o busquemos cualquier ayuda médica para una enfermedad, por medio de estas acciones admitimos que pensamos que es la voluntad de Dios que busquemos estar saludables. Si pensamos que Dios quería que continuáramos enfermos, ¡nunca buscaríamos medios médicos para curamos!
Así, cuando oramos, parece correcto que nuestra primera presunción, a menos que tengamos razones para pensar de otra manera, debe ser que a Dios le agradaría sanar a la persona por la que oramos-en la medida que podemos enunciar de la Escritura, esto es la voluntad revelada de Dios.
Ken Blue tiene aquí una observación útil. Argumenta que si queremos comprender la actitud de Dios hacia la sanidad fisica debemos observar la vida y el ministerio de Jesús, Blue dice: «Si Jesús nos revela verdaderamente el carácter de Dios, entonces debemos dejar de especular y discutir sobre la voluntad de Dios en relación con la enfermedad y la sanidad. Jesús sanaba a las personas porque las amaba.
Muy simple, tenía compasión por ellas; estaba de su parte; quería resolver sus problemas». Este es un argumento poderoso, especialmente cuando se conjuga con la toma de conciencia de que Jesús vino a inaugurar la presencia del reino de Dios entre nosotros y así mostramos a qué se parecería el reino de Dios.
¿Cómo debemos entonces orar? Ciertamente está bien pedirle a Dios sanidad, y debemos ir ante él con el simple pedido que dé sanidad física en momentos de necesidad. Santiago nos advierte que una simple incredulidad puede conducir a abandonar la oración ya dejar de recibir respuestas de Dios: «No tienen porque no piden» (Stg 4: 2).
Pero cuando oramos por sanidad debemos recordar que debemos orar para que Dios sea glorificado en la situación, decida él sanar o no. Y también debemos orar impulsados por la misma compasión del corazón que Jesús sintió por aquellos a quienes sanó. Cuando oramos de esta manera, la voluntad de Dios concede a veces-y quizá a menudo-respuestas a nuestras oraciones.
Alguien puede objetar en este punto que, desde una perspectiva pastoral, se hace mucho daño cuando se anima a las personas a creer que ocurrirá un milagro de sanidad y entonces no sucede nada-desilusión con la iglesia y cólera hacia Dios puede ser el resultado. Aquellos que oran a favor de la sanidad de las personas hoy necesitan escuchar esta objeción y utilizar sabiduría en lo que le dicen a las personas enfermas.
(1) Desistir de orar implorando sanidad no es la solución correcta, pues ello supone desobediencia según Santiago 5.
(2) Decirle a la gente que Dios raramente sana hoy en día y que no deben esperar que algo suceda tampoco es una solución correcta, porque ello no provee una atmósfera que conduzca a la fe y es consistente con la norma que vemos en el ministerio de Jesús y en la iglesia primitiva del Nuevo Testamento.
(3) Decirle a la gente que Dios siempre sana hoy en día si tenemos suficiente fe es una enseñanza cruel que no encuentra sustento en la Escritura (vea la sección 6 debajo). La solución pastoralmente sabia, parece que descansa entre las anteriores (2) y
(4). Podemos decirle a las personas que Dios sana frecuentemente hoy (si creemos que ello es cierto), y que es muy posible que sean sanadas," pero que vivimos en una era en que el reino de Dios ya está aquí pero aún no está aquí completamente.
Por lo tanto, los cristianos en esta vida experimentarán sanidad (y muchas otras respuestas a la oración), pero que también seguirán sufriendo enfermedades y eventualmente la muerte. En cada caso individual es la soberana voluntad de Dios la que decide el desenlace, y nuestro papel es simplemente pedirle y esperar que él conteste (ya sea «sí» o «no» o «sigue orando y espera»).
Aquellos con los «dones de sanidad» (una traducción literal del plural en 1ª Co 12: 9, 28) serán aquellas personas que descubren que les contestan sus oraciones por sanidad con más frecuencia y más completamente que a otros.
Cuando eso se hace evidente, una iglesia actuaría con sabiduría al alentarlos en este ministerio y darles más oportunidades de orar por otros que están enfermos. También deberíamos damos cuenta que los dones de sanidad pueden incluir un ministerio no solo en términos de sanidad física, sino también en términos de sanidad emocional.
Y en ocasiones puede incluir la habilidad de liberar a las personas de ataques demoníacos, porque a esto también se le llama a veces «sanidad» en las Escrituras (vea Lc 6: 18; Hch 10: 38). Quizás los dones de ser capaces de orar efectivamente en diferentes tipos de situaciones y por distintos tipos de necesidades eran aquellos a los que Pablo se refería cuando utilizó la expresión plural. (dones de sanidad).
35Aveces Dios puede conceder una certeza de fe subjetiva, algo como lo que Santiago llama la oración de fe» (Stg 5:15), y Hebreos 11: 1 llama ,da garantía de lo que se espera», y Marcos 11:24 llama creer que .ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración». En esos casos la persona que ora puede decir confiada que es probable o aun posible que alguien será sanado.
Pero no creo que Dios le dé garantías a nadie para que prometa o «garantice» sanidad en esta era, pues su Palabra escrita no da tales garantías, y nuestro sentido subjetivo de su voluntad está siempre sujeto a cierto grado de incertidumbre y alguna medida de error en esta vida.
NOTA: Podemos preguntarnos por qué son los ancianos los llamados a venir y orar para sanar enfermos en Santiago 5:14-15. Aunque Santiago no lo explica, debe ser porque tenían responsabilidades de cuidado pastoral, la madurez y sabiduría para el manejo del posible pecado implicado (vea vv. 15-16), y cierta medida de autoridad espiritual que formaba parte de su oficio. De desearlo, ellos ciertamente serían capaces de traer a otros con dones de sanidad.
Además, Santiago amplía sus recomendaciones para incluir a todos los cristianos en el v. 16: "Confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados».
Por contraste, podemos notar que los discípulos no podían expulsar demonios; Jesús dice que ello se debía a que tenían muy «poca fe» (Mt 17: 20).
Vea la discusión del capítulo 13, sobre la voluntad secreta y revelada de Dios. Por supuesto comprendemos que la voluntad secreta de Dios, desconocida para nosotros en los detalles especificas, es que todos no seremos sanados, justo como su secreta voluntad es que no todos seremos salvados. Pero en ambas situaciones debemos orar por lo que vemos en la Escritura que es la voluntad revelada de Dios: salvar los pecadores y sanar aquellos que están enfermos.
Authority to Heal, pp. 72, 78.
6. PERO QUÉ SI DIOS NO SANA?
Aún así, debemos damos cuenta que no todas las oraciones por sanidad serán contestadas en esta era. A veces Dios no concederá la «fe» especial (Stg 5: 15) de que tendrá lugar una sanidad, y a veces Dios decidirá no curar, debido a sus propios propósitos soberanos.
En estos casos debemos recordar que Romanos 8: 28 todavía es válido: aunque experimentamos «sufrimientos en el tiempo presente» y aunque «gemimos interiormente mientras aguardamos la redención de nuestro cuerpo» (Ro 8: 18, 23), no obstante, «sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Ro 8: 28). Esto incluye el obrar en nuestras circunstancias de sufrimiento y enfermedad también.
Cualquier cosa que fuera la «espina en el cuerpo» de Pablo (y siglos de trabajo de intérpretes que creen en la Biblia no han ofrecido una respuesta definitiva), este se dio cuenta que Dios permitió que lo acompañara «para evitar que me volviera presumido» (2ª Co 12:7), esto es, para mantener a Pablo humilde ante el Señor.'"
Así que el Señor le dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad» (2ª Co 12: 9). Hay indicios de que en la iglesia primitiva aun en presencia de los apóstoles no todas las personas se sanaban. Pablo reconoce que «por fuera nos vamos desgastando» (2ª Co 4:16), y a veces los males y enfermedades no se curarán. Cuando Epafrodito llegó a visitar a Pablo tenía una enfermedad que lo puso «al borde de la muerte» (Fil 2: 27).
Pablo indica en el relato de Filipenses 2 que parecía que Epafrodito iba a morir, que Dios no lo sanó inmediatamente cuando enfermó. Pero eventualmente Dios sí lo sanó (Fil 2: 27) en respuesta a la oración.
Pablo le dijo a Timoteo que bebiera un poco de vino «a causa de tu mal de estómago y tus frecuentes enfermedades: (1ª Ti 5: 23). Dijo: «A Trófimo lo dejé enfermo en Mileto» (2ª Ti 4: 20). Y tanto Pedro (1ª P 1: 6-7; 4:19) como Santiago (Stg 1:2-4) tienen palabras de aliento y consejo para aquellos que sufren pruebas de varias clases:
36Tras algún estudio de 2 Corintios 12:7, mi propia conclusión en este punto es que no existe suficiente información en el texto para decidir 10 que era la espina en la carne de Pablo. Se pueden dar razones en apoyo de las tres principales posibilidades:
(1) Algún tipo de enfermedad fisica;
(2) Un demonio que lo atormentaba; o
(3) Las persecuciones judías.
Sin embargo, el hecho de que somos incapaces de llegar a alguna conclusión definitiva tiene algunos beneficios: Significa que podemos aplicar este texto a los tres tipos de situaciones en nuestras propias vidas, cuando el Señor en su sabiduría soberana decide no libramos de ellas.
Hermanos Míos, Considérense Muy Dichosos Cuando Tengan Que Enfrentarse Con Diversas Pruebas, Pues Ya Saben Que La Prueba De Su Fe Produce Constancia. Y La Constancia Debe Llevar A Feliz Término La Obra, Para Que Sean Perfectos E Íntegros, Sin Que Les Falte Nada. (Stg 1: 2-4)
Cuando Dios decide no sanar, aun cuando se lo pidamos, entonces está bien que demos «gracias en toda situación» (1ª Ts 5: 18) y que tomemos conciencia que Dios puede usar la enfermedad para acercamos a él y aumentar en nosotros la obediencia a su voluntad. De manera que el salmista puede decir: (Me hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos) (Sal 119: 71), y: «Antes de sufrir estuve descarriado, pero ahora obedezco tu palabra» (Sal 119: 67).
Dios puede traemos una creciente santificación a través de la enfermedad y el sufrimiento exactamente como puede traer santificación y crecimiento en la fe a través de las curaciones milagrosas.
Pero el énfasis del Nuevo Testamento, tanto en el ministerio de Jesús como en el ministerio de los discípulos en Hechos, parece ser uno que nos aliente en la mayoría de los casos a pedirle sanidad a Dios ávida y seriamente, y entonces continuar confiando en él para sacar beneficio de la situación, ya sea que conceda sanidad fisica o no. El punto es que en todo caso Dios debe recibir gloria y nuestro gozo y confianza en él deben crecer.
NOTA: Algunos han intentado establecer una diferencia entre la enfermedad y otros tipos de sufrimiento, y decir que los pasajes de la Escritura que indican a los cristianos que deben esperar sufrimiento tienen que ver con otros tipos de sufrimiento, tales como la persecución, pero que no incluyen la enfermedad física.
Este argumento no me parece convincente por dos razones: primero, la Escritura habla sobre «diversas pruebas» (1ª P 1: 6; Stg 1: 2), y la intención de los autores en ambos casos parece ser hablar de todos los tipos de pruebas que experimentamos en esta vida, incluyendo las enfermedades físicas y la aflicción.
¿No querían Santiago y Pedro que los cristianos que estaban enfermos aplicaran estos pasajes a sus propias situaciones? Esto es altamente improbable. (Estas dos son epístolas generales escritas para miles de cristianos.)

E. LENGUAS E INTERPRETACIÓN

Para comenzar debe decirse que la palabra griega glossa, traducida «lengua», se usa no solo para indicar la lengua fisica en la boca de una persona, sino también para indicar «lenguaje». En los pasajes del Nuevo Testamento donde se discute el hablar en lenguas, se alude ciertamente al «lenguaje».
Por lo tanto, es algo infortunado que los traductores de la Biblia hayan continuado utilizando la frase «hablar en lenguas», que es una expresión que se usa en el idioma ordinario y que da la impresión de que se trata de una experiencia extraña, algo completamente ajeno a la vida humana común.
Pero si los traductores utilizaran la expresión «hablar en lenguajes», ello no parecería tan extraño, y le daría al lector un sentido mucho más cercano a lo que los lectores griegos del primer siglo hubieran oído al leer la frase en Hechos o 1ª Corintios." Sin embargo, como el actual uso de la frase «hablar en lenguas' está tan ampliamente establecido, continuaremos utilizándola en esta discusión.
1. LAS LENGUAS EN LA HISTORIA DE LA REDENCIÓN.
El fenómeno de hablar en lenguas es único en la era del nuevo pacto. Antes que Adán y Eva cayeran en pecado, no Segundo, a menos que el Señor regrese, todos experimentaremos el progresivo envejecimiento y deterioro de nuestros cuerpos físicos, y eventualmente moriremos. Pablo dice: «por fuera nos vamos desgastando» (2ª Co 4:16). Casi inevitablemente este proceso de envejecimiento incluye varias enfermedades físicas.
Parece mejor concluir que los sufrimientos que Dios espera que experimentemos de tiempo en tiempo en esta vida pueden a veces incluir enfermedades físicas, que Dios en su soberana sabiduría decide no sanar. De hecho puede haber muchos casos en los que, por varios motivos, no nos sentimos libres de pedirle sanidad a Dios en fe.
Pero aun en estos casos el corazón de fe tomará la Palabra de Dios como verdadera y creerá que esto también ha llegado a nuestras vidas (para bien) (Ro 8:28), y que Dios nos hará un bien con esto.
NOTA: la NVl traduce «diferentes lenguas» o «en lenguas» (Hch 2:4; 10:46) y a través de 1ª Co I2-14. Esta es una traducción preferible, por razones mencionadas arriba.
Había necesidad de hablar en otros lenguajes, porque ellos hablaban la misma lengua y estaban unidos en el servicio de Dios y el compañerismo con él. Tras la caída las personas hablaban el mismo idioma pero eventualmente se unieron en la oposición a Dios, y «la maldad del ser humano en la tierra era muy grande» y «todos sus pensamientos tendían siempre hacia el mal» (Gn 6: 5).
Este lenguaje unificado utilizado en la rebelión contra Dios culminó en la construcción de la torre de Babel en un tiempo cuando «se hablaba un solo idioma en toda la tierra» (Gn 11: 1). A fin de detener esta rebelión unificada contra él, en Babel Dios «confundió el idioma de toda la gente de la tierra» y «los dispersó por todo el mundo» (Gn 11: 9).
Cuando Dios llamó a Abraham (Gn 12:1), le prometió hacer de él una «gran nación» (Gn 12: 2), y la nación de Israel que surgió de ese llamado tenía un idioma que Dios quería que utilizaran en su servicio. Pero el resto de las naciones del mundo no hablaban este idioma, y se mantuvieron fuera del alcance del plan redentor de Dios. Así que la situación mejoró algo, pues un idioma entre todos los idiomas del mundo se usaba para el servicio de Dios, en tanto que en Génesis 11 no se alababa a Dios en ningún idioma.
Ahora, si pasamos a la era de la iglesia del Nuevo Testamento y miramos al futuro eterno, vemos que una vez más será restaurada la unidad del idioma, pero esta vez todo el mundo hablará de nuevo el mismo idioma en el servicio de Dios, y en la alabanza a él (Ap 7: 9-12; Sof 3:9; 1ª Co 13:8; quizá Is 19:18).
En la iglesia del Nuevo Testamento hay un cierto anticipo de la unidad del idioma que existirá en el cielo, pero solo se concede en algunas ocasiones, y solo de manera parcial. En el Pentecostés, que sería el momento cuando el evangelio comenzó a incursionar en otras naciones, fue apropiado que los discípulos reunidos en Jerusalén «comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse» (Hch 2: 4).
El resultado fue que los visitantes judíos de varias naciones que estaban en Jerusalén oyeron todos en sus propias lenguas una proclamación de «las maravillas de Dios»(Hch 2: 11). Este fue un símbolo notable del hecho que el mensaje del evangelio iba a ir adelante hacia todas las naciones del mundo.
Una acción simbólica como esa hubiera sido inapropiada en el Antiguo Testamento, porque allí el mensaje evangelístico invitaba a las personas de otras naciones a venir y unirse al pueblo hebreo y volverse judíos, y de ese modo adorar a Dios. Pero aquí el mensaje consiste en ir a cada nación en su propio idioma, invitando a las personas de cada lugar a volverse a Cristo y ser salvos:
Por otra parte, dentro del contexto del culto de adoración de la iglesia, hablar en lenguas más interpretación ofrece una indicación adicional de la promesa que un día las diferencias de lenguajes que se originaron en Babel serán superadas. Si este don está obrando en la iglesia, no importa qué idioma o palabra de oración o alabanza ofrezca, una vez que haya una interpretación, todos pueden entenderlo.
Esto es, por supuesto, un proceso en dos pasos que es «imperfecto», como son todos los dones en esta era (1ª Co 13: 9), pero aun constituye una situación mejor desde Babel al Pentecostés cuando no había una provisión que facultara a las personas a comprender el mensaje en un idioma que no conocían.
Por último, orar en lenguas en un escenario reservado es otra forma de orar a Dios. Pablo dice; Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento no se beneficia en nada» (1ª Co 14:14). En el amplio contexto de la historia de la redención, esto también debe verse como otra solución parcial a los resultados de la caída, por la cual fuimos apartados del compañerismo de Dios.
Por supuesto, esto no significa que los espíritus de las personas solo pueden tener compañerismo con Dios cuando hablan en lenguas -Pablo afirma que él ora y canta tanto en lenguas como en su propio idioma (1ª Co 14: 15). Sin embargo, Pabló sí ve el hablar en lenguas como otra vía de compañerismo directo con Dios en la oración y la adoración. Una vez más, este aspecto del don de lenguas no funcionaba, hasta donde sepamos, antes de la era del nuevo pacto.
NOTA: Este versículo muestra que el milagro se refería a hablar, no a escuchar. Los discípulos «comenzaron a hablar en diferentes lenguas (o idiomas) .
El hablar en lenguas en el Pentecostés fue poco común porque estuvo acompañado de en lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos» (Hch 2:3). Como el fuego en la Escritura a menudo es símbolo de juicio purificador, la presencia de fuego aquí puede ser un símbolo del hecho que Dios purificaba el idioma que se usaba en su servicio.
Es verdad que los primeros que escucharon este mensaje aun eran los judíos de Jerusalén (Hch 2:5), no los gentiles, pero el simbolismo del evangelio proclamado en muchos idiomas sí da un indicio del esfuerzo evangelistico mundial que pronto se produciría.
2. ¿QUÉ ES HABLAR EN LENGUAS? DEBEMOS DEFINIR ESTE DON COMO SIGUE:
Hablar en lenguas es orar o adorar en sílabas no comprensibles por el que habla.
A. PALABRAS DE ORACIÓN O ALABANZA DIRIGIDAS A DIOS:
Esta definición indica que hablar en lenguas es fundamentalmente una conversación dirigida a Dios (esto es, una oración o una alabanza). Por lo tanto es distinto al don de profecía, que consiste frecuentemente en mensajes de Dios dirigidos a las personas de la iglesia. Pablo dice: «Porque el que habla en lenguas no habla a los demás sino a Dios» (1ª Co 14: 2), y si no hay un intérprete presente en el culto de la iglesia, dice Pablo que alguien que tiene un don de hablar en lenguas debe guardar «silencio en la iglesia y cada uno hable para sí mismo y para Dios» (1ª Co 14:28).
¿Qué tipo de conversación es esta que se dirige a Dios? Pablo dice: «Si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento no se beneficia en nada» (1ª Co 14: 14; vv. 14-17 y v. 28), donde Pablo cataloga el hablar en lenguas como oración y acción de gracias. Por lo tanto, hablar en lenguas es aparentemente una oración o alabanza dirigida a Dios, y esta viene del «espíritu» de la persona que habla.
Esto no es incongruente con la narración de Hechos 2, pues la multitud dijo: «¡Todos por igual los oímos por igual proclamar en nuestra propia lengua las maravillas del reino de Dios!» (Hch 2: 11), una descripción que ciertamente puede indicar que todos los discípulos glorificaban a Dios y proclamaban sus maravillosas obras al adorar, y la multitud comenzó a escuchar esto como si ello tuviera lugar en varios idiomas.
De hecho, no hay indicios de que los propios discípulos hablaran a la multitud hasta Hechos 2: 14, cuando Pedro se pone en pie y entonces se dirige directamente a la multitud, probablemente en griego:2
NOTA: En Hechos 10: 46 las personas en casa de Camelia comenzaron «a hablar en lenguas y alabar a Dios. Otra vez, eso significa tanto que el discurso consistía en alabanzas a Dios o que estaba íntimamente relacionado con esto-gramaticalmente no se puede decir sobre la base del texto en sí.
B. NO COMPRENDIDAS POR EL QUE HABLA:
Pablo dice que «el que habla en lenguas no habla a los demás sino a Dios. En realidad, nadie le entiende lo que dice, pues habla misterios por el Espíritu» (1ª Co 14:2). De igual manera, dice que si se habla en lenguas sin interpretación no se comunica ningún significado: «seré como un extranjero para el que me habla, y él lo será para mí» (1ª Co 14: 11). Por otro lado, todo el párrafo de 1ª Corintios 14: 13-19 da por hecho que hablar en lenguas en la congregación, cuando ello no va acompañado de interpretación, no es comprensible para aquellos que escuchan:
Por esta razón, el que habla en lenguas pida en oración el don de interpretar lo que diga. Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento no se beneficia en nada. ¿Qué debo hacer entonces» Pues orar con el espíritu, pero también con el entendimiento; cantar con el espíritu, pero también con el entendimiento.
De otra manera, si alabas a Dios con el espíritu, ¿cómo puede quien no es instruido decir «amén a tu acción de gracias, puesto que no entiende lo que dices?
En ese caso tu acción de gracias es admirable, pero no edifica al otro. Doy gracias a
Dios porque hablo en lenguas más que todos ustedes. Sin embargo, en la iglesia prefiero emplear cinco palabras comprensibles y que sirvan para instruir a los demás, que diez mil palabras en lenguas.
Ahora en Pentecostés hablar en lenguas era en idiomas conocidos que los que escuchaban entendían: «cada uno los escuchaba hablar en su propio idioma» (Hch. 2: 6). Pero de nuevo los oradores no entendieron lo que hablaban, mas lo que causó asombro fue que los galileos hablaban todos estos diferentes idiomas. Por lo tanto, parece que a veces hablar en lenguas puede implicar hablar en idiomas humanos actuales, en ocasiones aun en idiomas que los que escuchan entienden.
Pero otras veces -y Pablo asume que por lo regular esto será el caso-lo que se habla será en un idioma que «nadie» entiende (1ª Co 14; 2).
Algunos han objetado que hablar en lenguas debe siempre consistir en hablar en idiomas humanos conocidos, pues ello fue lo que sucedió en Pentecostés. Pero el hecho de que hablar en lenguas en idiomas humanos conocidos ocurrió una vez en la Escritura no requiere que esto ocurra siempre en idiomas conocidos, especialmente cuando otra descripción de hablar en lenguas (1ª Co 14) indica exactamente lo opuesto.
Pablo no dice que los visitantes extranjeros en Corinto entenderían al que habla, sino dice que si alguien habla en lenguas «nadie» entendería, y el no instruido no sabrá lo que la persona dice (1ª Co 14;2, 16): De hecho, Pablo dice explícitamente de que en la conducción ordinaria de la vida de la iglesia ocurrirá algo muy distinto al fenómeno de Pentecostés.
«si todos hablan en lenguas y entran algunos que no entienden o no creen, lejos de entender el mensaje, estos dirán que «Ustedes están locos» (1ª Ca 14: 23).
Por otra parte, debemos damos cuenta que 1 Corintios 14 es una instrucción general de Pablo basada en una amplia experiencia del hablar en lenguas en muchas iglesias diferentes, en tanto que Hechos 2 simplemente describe un acontecimiento único en un momento decisivo en la historia de la redención (Hch 2 es una narración histórica mientras 1ª Co 14 es una instrucción doctrinal).
Por consiguiente parecería apropiado tomar 1ª Corintios 14 como el pasaje que describe más de cerca la experiencia ordinaria de las iglesias del Nuevo Testamento, y tomar las instrucciones de Pablo ahí como la norma por medio de la cual Dios intenta que las iglesias regulen el uso de este don.
¿Son entonces las lenguas idiomas humanos conocidos? A veces este don puede dar lugar a hablar en un idioma humano que el que habla no ha aprendido, pero comúnmente parece que implicará el habla en un idioma que nadie entiende, ya sea este un idioma humano o no.
NOTA: No quiero excluir la posibilidad que el hablar en lenguas pudo a veces incluir un discurso dirigido a la gente, no a Dios, pues es muy posible que la declaración de Pablo en 1ª Corintios 14: 2 sea una generalización no dirigida a aplicarse en todos los casos, y, en ningún caso, la cuestión principal del versículo es que solo Dios puede comprender las lenguas no interpretadas, ni que solo a Dios puede dirigirse un discurso en lenguas.
De hecho, puede que lo que tenga lugar en Hechos 2 sea un discurso dirigido a los hombres. Pese a todo, la evidencia que si tenemos en 1ª Co 14 indica un discurso dirigido a Dios, y parece seguro decir que ello es general lo que será el hablar en lenguas.
Robertson y Plummer notan que 1ª Co 14:18: «Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos ustedes», es «una sólida prueba de que las Lenguas no son idiomas foráneos» (A. Robertson y A. Plumier, A Crítical and Exegetical Commentary on the First Epistle ofSt. Paul to the Corinthians, ICC [Edinburgh: T. & T. CIark, 1914], p. 314). Si hubiera idiomas foráneos que los extranjeros pudieran comprender, como en el Pentecostés, ¿por qué Pablo hablaría más que todos los corintios en privado, donde nadie entendería, en lugar de en la iglesia donde los visitantes extranjeros podrían entender?
C. ORAR CON EL ESPÍRITU, NO CON LA MENTE:
Pablo dice; «Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento no se beneficia en nada. ¿Qué debo hacer entonces? Pues orar con el espíritu, pero también con el entendimiento, cantar con el espíritu, pero también con el entendimiento» (1ª Co 14: 14-15).
Pablo no está diciendo aquí que el Espíritu Santo ora a través nuestro. El contraste entre «mi espíritu» y «mi entendimiento» en el versículo 14 indica que es de su propio espíritu del que habla, del lado no material del ser. Al utilizar este don, su espíritu habla directamente a Dios, aunque su mente no tenga que formular palabras u oraciones y decidir sobre qué orar.
Pablo ve este tipo de oración como una actividad que tiene lugar en el ámbito espiritual, por medio de la cual nuestros espíritus hablan directamente a Dios pero nuestras mentes de alguna manera se dejan de lado, y no comprende lo que oramos.
Podríamos preguntarnos porqué Dios le daría a la iglesia un don que obra en el ámbito espiritual e invisible y que nuestras mentes no comprenden. Un motivo puede ser para mantenernos humildes, y ayudar a prevenir el orgullo intelectual.
Otro motivo puede ser recordarnos que Dios está por encima de nuestra comprensión y de que él obra en formas que sobrepasan nuestro entendimiento. Por último, es una característica de que mucho de lo que Dios hace en la era del nuevo pacto se hace en el ámbito espiritual e invisible: la regeneración, la oración genuina, adorar «en espíritu y en verdad», las bendiciones espirituales que vienen a través de la Cena del Señor, la guerra espiritual, poner nuestros tesoros en el cielo, poner nuestras mentes en las cosas de arriba, donde está Cristo son-todos estos elementos de la vida cristiana y muchos más implican actividades que ocurren en el ámbito espiritual e invisible, actividades que no vemos o comprendemos completamente.
A la luz de esto, hablar en lenguas es simplemente otra actividad que ocurre en el ámbito espiritual e invisible, una actividad que creemos efectiva porque la Escritura nos dice que lo es, no porque la podemos comprender con nuestras mentes (1ª Co 14:5).
NOTA: Note que en Pentecostés este hablar en lenguas tenía otra característica que no formó parte de ningún hablar en lenguas posterior: hubo lenguas de fuego que aparecieron sobre las cabezas de aquellos que hablaban (Hch 2: 3). Pero esto no es un paradigma para rodas las experiencias posteriores del hablar en lenguas, ni aun para las que se encuentran después en Hechos.
Pablo sí dice que: "Si hablo en lenguas humanas y angélicas» (1ª Co 13: 1), sugiriendo que ve la posibilidad que hablar en lenguas puede incluir más que un discurso meramente humano. Es dificil decir si piensa que esto es una posibilidad hipotética o una real, pero ciertamente no podemos excluir la idea de que idiomas angélicos estuvieran incluidos también en estas palabras.
Algunos han objetado que como glossa donde quiera en griego (fuera del Nuevo Testamento) se refiere a idiomas humanos conocidos, ello debe referirse también a idiomas conocidos en el Nuevo Testamento. Pero esta objeción no es convincente, pues no había ninguna otra palabra en griego que viniera mejor para aludir a este fenómeno, aun si supone hablar a Dios en idiomas que no eran idiomas humanos o idiomas de algún tipo no completamente desarrollados, siempre que el discurso trasmitiera algún contenido o información.
No argumento aquí que el hablar en lenguas de Hechos 2 fuera un fenómeno diferente al hablar en lenguas que Pablo discute en 1 Corintios 14. Simplemente digo que la frase "hablar en lenguas» en Hechos 2 y 1 Corintios 14 se refieren a un hablar en silabas no comprendido por quien habla pero comprendido por Dios, a quien se dirige este discurso.
En Hechos 2 esto tuvo lugar como un discurso en idiomas humanos conocidos que no habían sido aprendidos por quienes hablaban, mientras que en 1ª Corintios 14 el discurso puede haber consistido en idiomas humanos desconocidos, o en lenguas angélicas, o en un tipo de lenguaje más especializado dado por el Espíritu Santo a los distintos oradores individualmente. La expresión es lo suficientemente amplia como para incluir una amplia variedad de fenómenos.
La frase "orando en el Espíritu Santo» de Judas 20 no es la misma expresión, ya que se designa específicamente al Espíritu Santo Judas dice simplemente que los cristianos deben orar en conformidad con el carácter y la dirección del Espíritu Santo, y esto puede ciertamente incluir orar en lenguas, pero puede incluir también cualquier otro tipo de oración en un idioma comprensible. Asimismo: "Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos» (Ef6:18) es específicamente una declaración que pretende abarcar toda oración hecha en todo momento.
Se refiere a orar en conformidad con el carácter del Espíritu Santo y de forma sensible a la dirección del Espíritu Santo, pero no se debe reducir al hablar en lenguas. De nuevo, esto puede incluir hablar en lenguas, pero debe incluir también otros tipos de oraciones (Vea la discusión de actividades llevadas a cabo "en el Espíritu Santo".
D. NO EN ÉXTASIS SINO CON DOMINIO PROPIO:
La Nueva Biblia Inglesa traduce la frase «hablar en lenguas» como «hablar en éxtasis», dando con esto un respaldo adicional a la idea de que aquellos que hablan en lenguas pierden la conciencia de lo que los rodea o pierden el dominio propio o se ven forzados a hablar contra su voluntad.
Por otra parte, algunos elementos extremistas del movimiento pentecostal han permitido una conducta frenética y desordenada en los cultos de adoración, y esto ha perpetuado, en la mente de algunos, la noción de que hablar en lenguas es un tipo de hablar en éxtasis.
Pero esta no es la imagen que se ofrece en el Nuevo Testamento. Aun cuando el Espíritu Santo vino como un poder abrumador en Pentecostés, los discípulos fueron capaces de dejar de hablar en lenguas de manera que Pedro pudiera pronunciar su sermón ante la multitud reunida. Más explícitamente, Pablo dice:
Si se habla en lenguas, que hablen dos-o cuando más tres-, cada uno por tumo; y que alguien interprete. Si no hay intérprete, que guarden silencio en la iglesia y cada uno hable para sí mismo y para Dios. (1ª Co 14: 27-28).
Aquí Pablo pide que aquellos que hablan en lenguas lo hagan por turno, y limita el número a tres, indicando claramente que aquellos que hablan en lenguas estaban conscientes de lo que ocurría a su alrededor, y eran capaces de controlarse a sí mismos, de manera que hablaran solo cuando les tocara su turno, y cuando no estuviera hablando algún otro. Si no había alguien que interpretara, fácilmente podían mantener silencio y no hablar.
Todos estos factores indican un alto grado de auto control y no respaldan la idea de que Pablo consideró las lenguas como algún tipo de hablar en estado de éxtasis.
E. LENGUAS SIN INTERPRETACIÓN:
Si no estuviera presente en la asamblea alguien que se supiera posee el don de interpretación, el pasaje que acaba de citarse indica que se debe hablar en lenguas en privado. No debe darse en el culto de la iglesia ningún hablar en lenguas sin interpretación:
Pablo habla de orar en lenguas y cantar en lenguas cuando dice: «Debo orar con el espíritu, pero también con el entendimiento; cantar con el espíritu, pero también con el entendimiento» (1ª Ca: 14: 15). Esto ofrece una confirmación adicional a la definición dada arriba en la que vimos las lenguas como algo dirigido fundamentalmente a Dios en la oración y la alabanza.
Esto también da legitimidad a la práctica de cantar en lenguas, ya sea en público o en privado. Pero las mismas normas se aplican al cantar como al hablar: si no hay intérprete, solo debe hacerse en privado."
En 1 Corintios 14:20-25 Pablo dice que si los creyentes hablan en lenguas en la iglesia sin interpretación, actuarían y pensarían «como niños» (1ª Co 14: 20). Primero cita una profecía de juicio tomada de Isaías 28: 11-12: «En la ley está escrito: «Por medio de gente de lengua extraña y por boca de extranjeros hablaré a este pueblo, pero ni aun así me escucharán», dice el Señor». (1ª Co 14: 21).
En el contexto de Isaías 28, Dios advierte al pueblo rebelde de Israel que las próximas palabras que escuchen de él serían palabras de extranjeros que no podrían entender-el ejército asirio vendría sobre ellos como agente del juicio de Dios.
Ahora Pablo está a punto de postular esto como un principio general-cuando Dios habla al pueblo en un lenguaje que no pueden entender, ello es una señal harto evidente del juicio de Dios.
Pablo aplica correctamente eso a la situación del hablar en lenguas sin interpretación en el culto de la iglesia. Lo llama una señal (esto es, una señal de juicio) sobre los creyentes:
De modo que el hablar en lenguas es una señal, no para los creyentes sino para los incrédulos, en cambio, la profecía no es señal para los incrédulos sino para los creyentes. Así que, si toda la iglesia se reúne y todos hablan en lenguas, y entran algunos que no entienden o no creen, ¿no dirán que ustedes están locos? (1ª Co 14: 22-23)
Aquí Pablo utiliza la palabra «señal» en el sentido de señal de la actitud de Dios (ya sea positiva o negativa). Las lenguas que no entienden los extraños son ciertamente una señal negativa-una señal de juicio. Por lo tanto, Pablo advierte a los corintios que no den esa señal a los extraños que entran. Les dice que si un extraño viene y escucha solo un hablar ininteligible, ciertamente no será salvado sino concluirá que los corintios están locos, y las lenguas no interpretadas funcionarán en este caso como una señal del juicio de Dios.
Por contraste, Pablo dice que la profecía es también una señal de la actitud de Dios, pero aquí es una señal positiva de la bendición de Dios. Por esto puede decir que la profecía es una señal «para los creyentes» (v. 22). Y es por ello que concluye su sección diciendo: «Pero si uno que no cree o uno que no entiende entra cuando todos están profetizando, se sentirá reprendido y juzgado por todos, y los secretos de su corazón quedarán al descubierto. Así que se postrará ante Dios y lo adorará, exclamando: (¡Realmente Dios está entre ustedes) (vv. 24-25).
Cuando esto sucede, los creyentes ciertamente se darán cuenta que Dios está activo entre ellos para traer bendición, y la profecía normalmente funcionará como una señal para los creyentes de la actitud positiva de Dios hacia ellos:" No obstante, can todo lo que Pablo advierte contra el uso de las lenguas sin interpretación en la iglesia, ciertamente las ve positivamente y alienta su uso en privado.
Dice: «El que habla en lenguas se edifica a sí mismo; en cambio, el que profetiza edifica a la iglesia» (1 Ca 14:4). ¿Cuál es la conclusión? Esta no es (como argumentarían algunos) que los cristianos deben decidir no utilizar el don o decidir que este no tiene valor para ellos cuando se usa en privado. En su lugar dice: «¿Qué debo hacer entonces?
Pues orar con el espíritu, pero también con el entendimiento» (v. 15). Y dice: «Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos ustedes» (v. 18), y «Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas, pero mucho más que profetizaran» (v. 5), y «ambicionen el don de profetizar, y no prohíban que se hable en lenguas» (v.39).
Si es correcta nuestra anterior concepción las lenguas como oración o alabanza a Dios, entonces ciertamente esperaríamos que la edificación fuera el resultado, aunque la mente de quien habla no comprenda lo que se dice, pero su espíritu humano se está comunicando directamente con Dios. Justo como la oración y la adoración en general nos edifican al ponerlas en práctica, así este tipo de oración y adoración nos edifican también, de acuerdo con Pablo.
NOTA: Es preocupante que, en algunas iglesias de hoy donde se permite hablar en lenguas, aquellos que no dan un mensaje público (quizá porque en e! servicio no es e! momento apropiado o quizá porque no saben si alguien interpretará) a pesar de eso hablarán en lenguas no de forma «silente» sino que cuatro o cinco personas cercanas pueden oír su hablar en lenguas.
Esto es simplemente desobediencia a las instrucciones de Pablo, y es no actuar en amor hacia otros en la iglesia. Pablo dice que «mantengan silencio en la iglesia" si alguno no da un mensaje público en lenguas. (Muchos que han hablado hoy en lenguas dicen que esto puede hacerse fácilmente en un susurro inaudible, de manera que ningún otro escuche, y las instrucciones de Pablo se obedecerán).
48Sin embargo, muchas iglesias practican hoy lo que a veces se llama «cantar en el espíritu», muchos de los cuales en la congregación cantan simultáneamente en lenguas, improvisando individualmente sus melodías alrededor de un acorde musical dominante. Mientras muchos asegurarían que hay un bello poder espiritual en tales circunstancias, una vez más debemos objetar que esto es directamente contrario a las instrucciones de Pablo en 1ª Co 14: 27-28, donde aquellos que hablan en lenguas deben hacerlo por tumo, y que debe haber un máximo de tres en un culto de adoración, y la interpretación debe seguir.
Aunque esta práctica puede sonar hermosa para quienes están familiarizados con ella, y aunque Dios en su gracia puede a veces utilizarla como un medio de ganar a un incrédulo, Pablo dice explícitamente que el resultado probable será que los incrédulos dirán "que ustedes están locos" (1ª Co 14: 23). Una alternativa a esta práctica, una consistente con la Escritura y que seguirá la senda de! amor hacia los extraños, sería que todos cantaran de esta manera, no en lenguas, sino en un lenguaje comprensible (ya sea inglés o cualquier idioma que comprendan por lo común en el área donde se reúne la iglesia).
F. LENGUAS CON INTERPRETACIÓN: EDIFICACIÓN PARA LA IGLESIA:
Pablo dice: «El que profetiza aventaja al que habla en lenguas, a menos que éste también interprete, para que la iglesia reciba edificación» (1ª Co 14: 5). Una vez interpretado, todos pueden entender un mensaje en lenguas. En este caso, Pablo dice que el mensaje en lenguas es tan valioso para la iglesia como la profecía.
Debemos notar que no dice que ambos cumplen las mismas funciones (pues otros pasajes indican que la profecía es una comunicación de Dios hacia los seres humanos, mientras las lenguas es por lo general una comunicación de los seres humanos hacia Dios). Pero Pablo afirma claramente que tienen igual valor en la edificación de la iglesia. Podríamos definir el don de interpretación como informar a la iglesia el significado general de algo que se habla en lenguas.
G. NO TODOS HABLAN EN LENGUAS:
Así como no todos los cristianos son apóstoles, y no todos los profetas son maestros, y no todos poseen dones de sanidad, tampoco todos hablan en lenguas. Pablo alude claramente a esto cuando hace una serie de preguntas, todas las cuales esperan un «no» como respuesta, e incluye la pregunta: «¿Hablan todos en lenguas?» (1ª Co 12: 30). La respuesta implícita es no.' o Algunos han argumentado que aquí Pablo solamente indica que no todos hablan en lenguas públicamente, pero que quizá habría admitido que todos pueden hablar en lenguas en privado. Pero esta distinción parece no convincente y ajena al contexto.
Pablo no especifica que no todos hablan en lenguas públicamente o en la iglesia, sino simplemente dice que no todos hablan en lenguas. Su pregunta siguiente es: «¿Acaso interpretan todos?» (v. 30). Sus dos preguntas anteriores fueron: «¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones para sanar enfermos?» (vv. 29-30).
¿Estaríamos dispuestos a formular los mismos argumentos sobre estos dones-que no todos interpretan lenguas públicamente, pero que todos los cristianos son capaces de hacerlo en privado? ¿ü que no todos hacen milagros públicamente, pero que todos son capaces de hacerlos en privado? Esa distinción parece injustificada según el contexto en cada caso.
En la actualidad, el deseo de decir que todo cristiano puede hablar en lenguas (aun cuando Pablo dice que no todos hablan en lenguas) está probablemente motivado en la mayoría de los casos por una previa interpretación doctrinal que ve el bautismo en el Espíritu Santo como una experiencia que sigue a la conversión, y considera el hablar en lenguas como una señal inicial de haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo."
Pero hay serios cuestionamientos que se mantienen sobre esta posición doctrinal (como se explicó en el capítulo 39). Parece mejor considerar que 1ª Corintios 12: 30 quiere decir lo que dice: no todos hablan en lenguas. El don de lenguas-exactamente como cualquier otro don-no lo da el Espíritu Santo a todo cristiano que lo busca. Los reparte «a cada uno según él lo determina» (1ª Co 12: 11).
Sin embargo, no hay nada en la Escritura que diga que solo unos pocos recibirán el don de hablar en lenguas, y como se trata de un don que Pablo considera que es útil y edifica en la oración y la adoración (a nivel personal si bien no en la iglesia), no sería sorprendente si el Espíritu Santo llevó a cabo una amplia distribución de este don y muchos cristianos de hecho lo recibieron."
H. ¡QUÉ ACERCA DEL PELIGRO DE UNA FALSIFICACIÓN DEMONÍACA?
A veces los cristianos han tenido temor de hablar en lenguas, preguntándose si hablar algo que no comprenden puede llevarlos a hablar blasfemias contra Dios o a decir algo inspirado por un demonio en vez del Espíritu Santo.
Primero, debe decirse que esto no preocupa a Pablo, aun en la ciudad de Corinto donde muchos antes adoraban en un templo pagano, y donde Pablo había dicho claramente que «cuando ellos hacen sacrificios, lo hacen para los demonios, no para Dios» (1ª Co 10: 20). Pese a ello, Pablo dice: «Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas» (1ª Co 14: 5). Él no hace advertencia alguna de que deben cuidarse de una falsificación demoníaca o aun pensar que esto sería una posibilidad cuando utilizaran este don.
La razón teológica que subyace a la recomendación de Pablo en este punto es el hecho que el Espíritu Santo está obrando poderosamente en la vida de los creyentes. Pablo dice: «Por eso les advierto que nadie que esté hablando por el Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús; ni nadie puede decir: (Jesús es el Señor) sino el Espíritu Santo (1ª Co 12: 3). Aquí Pablo le asegura a los corintios que si hablan por el poder del Espíritu Santo que obra dentro de ellos, no dirán: «¡Maldito sea Jesús!»
Al presentarse como lo hace el principio de la discusión de los dones espirituales, 1ª Corintios 12: 3 intentaba funcionar como una confirmación a los corintios que podrían haber sospechado de algunos cristianos que procedían de un trasfondo de adoración a los demonios en los templos de Corinto.
¿Podría esta influencia demoníaca todavía afectar su uso de un don espiritual? Pablo sienta la norma básica de que aquellos que profesan genuinamente la fe de que (Jesús es el Señor) lo hacen por el Espíritu Santo que obra en ellos, y que ninguno que habla por el poder del Espíritu Santo proferirá nunca una blasfemia o una maldición contra Jesús." Este temor, entonces, no es uno que parecía preocupar a Pablo. Él simplemente anima a los creyentes a orar en lenguas y dice que si lo hicieran estarían edificándose a sí mismos.
NOTA: Marcos 16: 17 se usa a veces para reclamar que todos los cristianos pueden hablar en lenguas: «Estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán en nuevas lenguas», Pero en respuesta a este versículo debe notarse:
(1) Que el versículo probablemente no formaba parte originalmente del evangelio de Marcos, ya que muchos manuscritos tempranos y muy confiables no incluyen Marcos 16: 9-20, y su estatus dudoso significa que es una base precaria sobre la cual fundar una doctrina.  
(2) Que aun cuando no sea parte de la Escritura, por supuesto da testimonio de una muy temprana tradición en la historia de la iglesia, pero aun en este caso, no afirma que todos los creyentes hablarán en lenguas: la frase que sigue inmediatamente dice: «tomarán en sus manos serpientes» (v. 18), algo que ningún intérprete responsable diría que debe ser cierto en el caso de todo cristiano; y:
(3) Que en este pasaje no establece ninguna conexión entre hablar en lenguas y el bautismo en el Espíritu Santo.
54En este punto se puede objetar que hablar en lenguas no es un discurso facultado por el Espíritu Santo, sino un discurso que viene del propio espíritu humano del que habla. Pero Pablo claramente considera todos estos dones espirituales como facultados en general por el Espíritu Santo, aun aquellos en los que se manifiesta plenamente la personalidad humana.
Esto sería así en el caso de maestros y administradores, así como de aquellos que hablan en lenguas. En cada uno de estos casos el agente activo en la realización de la actividad es el cristiano que tiene el don particular y lo utiliza, pero aún así todos esos son facultados por el Espíritu en su funcionamiento, y ello sería cierto también para el don de lenguas.
55También relevante en este punto es la seguridad que Juan da a sus lectores, en el contexto de los espíritus demoniacos esparcidos por el mundo: «El que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo» (1ª Jn 4: 4).
I ¿ESTÁ ROMANOS 8:26-27 RELACIONADO CON EL HABLAR EN LENGUAS?
Pablo escribe en Romanos 8: 26 27:
Así Mismo, En Nuestra Debilidad El Espíritu Acude A Ayudamos. No Sabemos Qué Pedir, Pero El Espíritu Mismo Intercede Por Nosotros Con Gemidos Que No Pueden Expresarse Con Palabras. Y Dios, Que Examina Los Corazones, Sabe Cuál Es La Intención Del Espíritu, Porque El Espíritu Intercede Por Los Creyentes Conforme A La Voluntad De Dios.
Pablo no menciona aquí explícitamente el hablar en lenguas, y la declaración concierne en general a la vida de todos los cristianos, así que no parece correcto decir que Pablo se refiere aquí al hablar en lenguas. Se refiere a una experiencia más general que ocurre en la vida de oración de cada cristiano.
¿Pero de qué habla exactamente? Algunos han pensado que se refiere a una actividad intercesora completamente imperceptible para nosotros, en la que el Espíritu Santo intercede por nosotros con suspiros y gemidos dirigidos al Padre. De acuerdo con este punto de vista, ese trabajo intercesor del Espíritu sigue adelante continuamente, pero no tenemos idea de que ello sucede (excepto por el hecho de que la Escritura nos lo dice). De esa manera, esto sería similar a la obra intercesora de Cristo mencionada en Romanos 8:34 y Hebreos 7: 25.
NOTA: Algunos populares libros han ofrecido anécdotas de cristianos que dicen hablaron en lenguas durante un tiempo y entonces encontraron que había un demonio dentro de ellos que facultaba este discurso, y el demonio fue expulsado. (Vea, por ejemplo, C. Fred Dickason, Demon Posession and the Christian [Westchester, III. Crossway, 1987], pp. 126-27; 188-91; 193-97.) Pero esto es justo otro ejemplo de un caso en que la experiencia debe ser estar sujeta a la Escritura y probada por la Escritura, y la enseñanza de la Escritura no debe estar sujeta a la experiencia.
Debemos tener cuidado de no dejar que tales reportes de experiencias nos hagan adoptar una posición diferente sobre este punto al de la propia Escritura. Específicamente, si 1ª Corintios 12-14 ve las lenguas como un buen don del Espíritu Santo valioso para edificación y el bien de la iglesia, y si Pablo dice: «Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas» (1ª Co 14:5) entonces las interpretaciones de experiencias contemporáneas que, en efecto, dicen: «Quiero que todos ustedes tengan temor de las lenguas», contradicen el énfasis del Nuevo Testamento. (Note la cita de Dickason de Kurt Koch: «Buscar este don para nosotros mismos puede ser una experiencia muy peligrosa» [p. 127].). Esta no es exactamente la perspectiva de Pablo en el Nuevo Testamento.
Estoy consciente que Dickason sustenta un punto de vista cesacionista con respecto a hablar en lenguas hoy (vea p. 189: «Le dije que dudaba hubiera hoy algunas genuinas lenguas de Dios en el sentido del Nuevo Testamento»). Por lo tanto, desde esta perspectiva, no sujeta la Escritura a la experiencia, pero ve estas experiencias como que confirman su comprensión de la Escritura. (He discutido la posición cesacionista en el capítulo 52, pp. 1087-1104.)
Existe la posibilidad de una falsificación demoniaca de todo don en la vida de los incrédulos (vea Mt 7: 22; también el capítulo 17, pp. 385-86, sobre los falsos milagros). Por lo tanto, el hecho de que haya algún tipo de «hablar en lenguas» en las religiones paganas no debe sorprendemos o llevamos a pensar que todo hablar en lenguas es falso. Pero en la vida de los creyentes, especialmente cuando hay un fruto positivo en sus vidas y frutos positivos de sus dones, 1ª Co 12: 3, 1ª Jn 4: 4; y Mr 7: 16-20 nos dicen que no hay dones falsos sino dones verdaderos de Dios. Debemos recordar que Satanás y los demonios no hacen el bien; ellos hacen el mal; y no traen bendiciones, traen destrucción. (Vea también la promesa de Jesús en Lc 11: 11-13.)
(Neil T. Anderson, en The Bondage Breaker [Eugene, Oreg.: Harvest House, 1990), pp. 159-60, relata la historia de un hombre que era aparentemente un cristiano y que tenía un falso don de lenguas. Pero Anderson anota que el don fue conferido al hombre «por falsos maestros» [p. 159) Y que este «don» trajo obvias consecuencias destructivas en la vida del hombre. Estos factores, y no exactamente las palabras de un demonio como la única prueba, dieron un claro indicio de la falsa naturaleza de ese supuesto «don». A diferencia de Dickason, Anderson afirma que él no se opone al hablar en lenguas; vea p. 160.)
Una explicación alternativa a estas historias ofrecidas por Dickason es decir que los demonios que dijeron ellos eran «espíritus de lenguas», y que vinieron cuando algunos carismáticos impusieron las manos sobre los cristianos en cuestión, mentían. Satanás «es un mentiroso el padre de la mentira» Gn 8: 44), y le gustaría que los cristianos sintieran temor de tantos dones del Espíritu Santo como fuera posible.
Pero esto no parece una explicación satisfactoria del pasaje, por varias razones:
(1) No parece probable que Pablo diría que la obra intercesora del Espíritu Santo, que es el Dios infinito, omnipotente y omnisciente sería realizada con «gemidos indecibles» (traducción literal de stenagmois alaletois en Romanos 8:26), especialmente cuando nos damos cuenta de que «gemidos» se refiere a intensos suspiros de fatiga propios de criaturas desalentadas y abrumadas en un mundo caído.
(2) Dentro del contexto más amplio los gemidos en cuestión parecen ser aquellos debido a la carga de vivir en la malvada era presente (vea vv. 17, 18,23).
(3) El verbo «ayudar» en Romanos 8: 26 (en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudamos») no se refiere a algo que el Espíritu Santo hace independientemente de nosotros y a nuestro favor, sino más bien algo que el Espíritu Santo hace en cooperación con nosotros.
El verbo que Pablo utiliza aquí (sunantilambanomai) también se usa en Lucas 10: 40, donde Marta quiere que Jesús le diga a María que la «ayude» ciertamente ella no quiere que prepare la comida en su lugar, sino más bien que venga y participe con ella en su confección.58 Por lo tanto Pablo no habla de algo que el Espíritu Santo hace con completa independencia de nuestra participación, sino que el Espíritu Santo hace conjuntamente con nosotros.
Estas razones se combinan para indicar que Pablo no habla sobre una obra que el Espíritu Santo realiza aparte de nosotros y sin nuestro conocimiento, sino sobre los suspiros y gemidos inarticulados que nosotros mismos proferimos en la oración, los que entonces el Espíritu Santo convierte en intercesión efectiva ante el trono de Dios. Podríamos parafrasear: «El Espíritu Santo acude en ayuda de nuestras oraciones cuando intercede (por nosotros) al tomar nuestros gemidos mudos y convertirlos en una oración efectiva»
¿Cuál es la relación de esto y el hablar en lenguas? Ahí hay cierta similitud porque una oración efectiva es la que oramos aun cuando no comprendamos completamente lo que estamos orando. Pero hay algunas diferencias en el sentido de que los suspiros y gemidos que emitimos en la oración se relacionan a menudo con situaciones o dificultades de las que estamos muy conscientes en nuestras mentes mientras oramos, así que sabemos sobre qué oramos.
Pero Pablo dice que no sabemos cómo orar por estas situaciones tal cual debemos orar. En consecuencia, el Espíritu Santo nos ayuda e intercede en estas situaciones «conforme a la voluntad de Dios» (Ro 8: 27).
No hay una mención explícita a nuestro espíritu orando (aun cuando de hecho eso puede ser cierto también), ni hay una mención a nuestra mente como no fecunda o carente de entendimiento (aunque eso puede ser en ocasiones cierto, por lo menos en parte).
Tampoco estos suspiros o gemidos se presentan como algo que podemos llamar «otras lenguas» u «otros idiomas». Así que hay varias diferencias, aun cuando Romanos 8:26-27 habla sobre una intercesión que hacemos con sonidos que no comprendemos completamente, y por lo tanto es un fenómeno que tiene algunas similitudes con el hablar en lenguas.
NOTA: La palabra «gemidos» (stenagmos se usa en el Nuevo Testamento solamente en Hechos 7:34, acerca de los gemidos de Israel bajo la opresión de Egipto. Pero el verbo asociado stenaza se utiliza varias veces, siempre en relación con criaturas finitas que gimen bajo el peso de esta creación caída. En el contexto inmediatamente anterior stenazo se refiere a nuestro gemir debido a que nuestra redención está incompleta (Ro 8: 23); una palabra compuesta relacionada se usa en el v. 22 acerca de la propia creación).
El verbo también se utiliza en relación con criaturas finitas que gimen bajo el peso de esta creación en Marcos 7: 34 (Jesús como hombre); 2ª Co 5: 2, 4 (creyentes que tienen un cuerpo terrenal corruptible); Heb 13: 17 (líderes eclesiásticos que pueden estar tentados a gemir bajo el peso del liderazgo de la iglesia); y Santiago 5:9 (una advertencia a los cristianos de no quejarse unos de otros). Aunque el verbo se utilizó una vez acerca de Jesús, quien se quejó mientras estaba bajo las limitaciones de su existencia humana, no parece un término apropiado para usarlo en relación con la actividad del Espíritu Santo, que no experimenta una debilidad semejante pues nunca asumió una naturaleza humana.
Aunque la palabra no se usa en otros lugares del Nuevo Testamento, su sentido también se transparenta por el prefijo su» (con» que Pablo añade a una palabra de uso común para «ayuda».
Un punto de vista alternativo se halla en la útil discusión de Douglas Moo, Romans* 1-8, pp. 559-63, quien (de forma indecisa) entiende que los gemidos no son nuestros sino del Espíritu Santo.

F. PALABRA DE SABIDURÍA Y PALABRA DE CONOCIMIENTO PABLO ESCRIBE:

«A unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de conocimiento» (1ª Co 12: 8). Al comenzar esta discusión se debe entender que estos dos dones no se mencionan en ningún otro lugar de la Escritura: o y tampoco se ha encontrado en ninguna otra literatura cristiana temprana fuera de la Biblia el uso de estas frases sobre algún don espiritual.
Esto significa que la única información que tenemos sobre estos dones está contenida en este versículo: tenemos las palabras utilizadas para describir estos dos dones, y el contexto en que estas frases aparecen. Ningún intérprete en ninguna otra parte tiene información adicional alguna que esta con la cual trabajar. Esto nos advierte que nuestras conclusiones probablemente serán hasta cierto punto tentativas en cualquier caso.
Las más importantes alternativas para comprender estos dos dones son:
(1) Comúnmente se piensa que estos dos dones deben referirse a la capacidad para recibir una revelación especial del Espíritu Santo y, sobre esa base, proferir palabras que dan sabiduría en una situación determinada u ofrecen un conocimiento específico sobre una situación en la vida de alguien presente en la congregación. Según esta interpretación estos dones serían más «milagrosos», en el sentido que provocarían la admiración y el asombro entre las personas presentes ya que no estarían basados en información ordinariamente disponible a la persona que utiliza el don.
(2) La otra interpretación de estos dones los vería más como «menos milagrosos» u ordinarios: la «palabra de sabiduría» simplemente significa la capacidad de ofrecer una palabra sabia en distintas situaciones, y la «palabra de conocimiento» es la capacidad de hablar con conocimiento acerca de una situación.
En ambos casos el conocimiento y la sabiduría no estarían basados en una revelación especial dada espontáneamente por el Espíritu Santo sino basada en sabiduría adquirida en el curso ordinario de la vida, el conocimiento y la sabiduría que caracterizaría, por ejemplo, a los maestros de la Biblia o a los ancianos y otros cristianos maduros en la iglesia. Estas serían potenciadas por el Espíritu Santo y consecuentemente hechas efectivas cuando se las pronunció.
En este sentido, ejemplos de «palabras de sabiduría» podrían hallarse en Hechos 6: 1-6 (el nombramiento de los primeros «diáconos» o asistentes de los apóstoles); Hechos 6:1 0 (la sabiduría de Esteban al proclamar el evangelio); Hechos 15: 19-29 (la decisión del concilio de Jerusalén); y aun en la declaración de Salomón: «Partan en dos al niño que está vivo, y denle una mitad a ésta y la otra mitad a aquélla» (1 Reyes 3:25; vea también 1ª Co 6: 5-6).
NOTA: Por lo menos ningún otro lugar de la Escritura llama algo una «palabra de sabiduría» o «palabra de conocimiento» o usa esas frases de alguna otra manera.
Se puede argüir a favor de la primera interpretación que todos los otros siete dones relacionados en 1ª Corintios 12: 8-10 están en la categoría de «milagrosos», y por lo tanto esos dos dones deben comprenderse de esa forma también.
No obstante, hay algunas consideraciones de peso contra este punto de vista:
(1) Los términos que Pablo utiliza «palabra» (logos, «sabiduría» (sophia), y «conocimiento» (gnosis) no son vocablos especiales o técnicos, sino palabras de uso común en el Nuevo Testamento griego. Son simplemente los vocablos que ordinariamente se usan para «palabra» y «sabiduría» y «conocimiento».
Por otra parte, no se utilizan por lo común para denotar acontecimientos milagrosos (como en el caso, por ejemplo, de las palabras revelación y profecía, sino simplemente son vocablos utilizados para designar la sabiduría y el conocimiento humanos. Así que del significado de las propias palabras no parece desprenderse ninguna alusión a un don milagroso.
(2) En el contexto de 1 Corintios 12:8, el propósito de Pablo en el argumento parece inclinarse en contra de considerarlas como milagrosas. El principal objetivo de Pablo en los versículos 8-10 es demostrar que no importa qué tipo de don tenga una persona él o ella puede tener la seguridad que ese don ha sido concedido por el Espíritu Santo. Pablo comienza la sección diciendo: «A cada uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien de los demás», e inmediatamente continúa esta sección diciendo: «Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina» (vv. 7, 11).
Pero si el propósito de Pablo en esta sección es mostrar que todo don del cristiano lo da el Espíritu Santo, entonces ese propósito no sería bien servido solo dando ejemplos de dones milagrosos. Si hizo eso, aquellos con dones que no son milagrosos se sentirían excluidos del argumento y no se les persuadiría de que sus dones estaban incluidos en el argumento de Pablo.
Lo que aun es más importante, aquellos con dones milagrosos podrían mirar esta lista y concluir que solo aquellos con dones milagros tenían realmente al Espíritu Santo obrando en su interior a fin de potenciar esos dones. Esto podría conducir a cierto tipo de elitismo en la congregación. Por consiguiente, parece necesario que Pablo incluyera algunos dones que no son milagrosos en su lista de 1 Corintios 12:8-10.
¿Pero cuáles son los dones que no son milagrosos en esta lista?
Palabra de sabiduría
Palabra de conocimiento
Fe
Dones para sanar enfermos
Milagros
Profecía
Discernir entre espíritus
Lenguas
Interpretación de lenguas
Todos los demás dones parecen caer en la categoría de más «milagrosos» (con las posibles excepciones de hablar en lenguas y quizá la fe). Pero ello haría casi imprescindible que palabra de sabiduría y palabra de conocimiento no fueran milagrosos a fin de garantizar que haya algunos dones que no son milagrosos en la lista.
Esto demostraría la sabiduría pastoral de Pablo al seleccionar ejemplos de diferentes tipos de dones que se ejercitan en la congregación existente. Así que debe haber algunos dones que no son milagrosos en la lista; y si hay algunos, entonces estos son muy buenos candidatos.
(3) Probablemente la consideración más decisiva es el hecho de que el Nuevo Testamento ya tiene un término para describir la acción de recibir una revelación especial del Espíritu Santo y comunicarla a la congregación. Pablo llama a esto «profecía». Como discute la profecía con bastante extensión, la describe y la regula, ahora podemos saber con claridad lo que era la profecía.
Pero decir que estos otros dones funcionaban exactamente de la misma manera (difiriendo quizá solo en el contenido) no parece justificado por nada en el texto que no sea la noción preconcebida de lo que deben ser estos dones.
Por lo tanto parecería preferible considerar estos como una modalidad «no-milagrosa», simplemente como la capacidad de hablar con sabiduría o con conocimiento en distintas situaciones. Lo que mucha gente hoy llama «palabra de sabiduría» y «palabra de conocimiento» en los círculos carismáticos, sería mejor referirse a ello como (profecía).

G. DISTINGUIR ENTRE ESPÍRITUS Y LA GUERRA ESPIRITUAL

El don de distinguir entre espíritus es un don que se menciona una sola vez en el Nuevo Testamento (en la lista de 1ª Co 12: 10), pero la naturaleza de este don lo vincula con cierto número de otros pasajes que describen la guerra espiritual que tiene lugar entre los cristianos y los espíritus demoníacos. Podemos definir el don de distinguir entre espíritus como sigue: Distinguir entre espíritus es la capacidad especial de reconocer la influencia del Espíritu Santo o de espíritus demoníacos en una persona.
En la perspectiva de la historia de la redención, este don también ofrece un anticipo de la era por venir en la medida que es un anticipo de la capacidad para reconocer a Satanás y su influencia, capacidad que se nos perfeccionará en el cielo, cuando todo lo que está encubierto o escondido será revelado y puesto a la luz (Mt 10:26; Ap 20: 11-15).
Esta capacidad posiblemente es más fuerte que la poseída por la mayoría de los creyentes en el viejo pacto, donde las menciones de la actividad demoníaca son poco frecuentes, y donde los ataques demoníacos contra el pueblo de Dios incluían más frecuentemente ataques militares de naciones incrédulas contra el pueblo de Israel, o abiertas tentaciones para ir y servir a deidades paganas.
NOTA: Aun si la fe y las lenguas se consideran no milagrosas, entonces tenemos una lista que es una mezcla de dones milagrosos y no milagrosos, y entonces no hay motivo porqué palabra de sabiduría y palabra de conocimiento no puedan ser consideradas también no milagrosas, especialmente sobre la base del hecho que las palabras utilizadas para describirlas no denotan ordinariamente eventos milagrosos.
De hecho, todo lo que los modernos pentecostales y carismáticos llaman "palabras de conocimiento» y "palabras de sabiduría» se ajustaría exactamente a la definición de profecía dada por Pablo, y debe ser de hecho puesto bajo la sombrilla general de profecía. Esto tendría la notable ventaja de hacer que el uso de este don esté sujeto a las normas de Pablo para comprender y regular la profecía en la iglesia.
¿Sobrevendría algún daño de mantener la medianamente común práctica de considerar las palabras de sabiduría y las palabras de conocimiento como dones milagrosos que dependen de una revelación especial de Dios? Un peligro inmediato podría ser que, en tanto lo que actualmente ocurre fuera llamado «profecía» por Pablo, en algunos casos se le llama ahora como algo diferente, y esto tiende a distanciarlo de las regulaciones que da Pablo para la profecía en el Nuevo Testamento.
Si eso podría llevar a un uso equivocado del don en algún momento futuro es imposible de predecir. Pero más bien sí parece ser algo anómalo tener un don milagroso que se utiliza muy ampliamente y que solo se menciona pero nunca se discute ni se regula en todo el Nuevo Testamento.
Por consiguiente la actividad demoníaca se percibía fundamentalmente a través de la observación de acontecimientos físicos exteriores y circunstancias en las que Satanás llevaba a cabo sus propósitos, y que podían distinguirse con claridad.
Este don del Nuevo Testamento de distinguir entre espíritus incluye la capacidad de diferenciar la presencia de espíritus malignos de la presencia de la obra del Espíritu Santo en la vida de una persona. Pablo sabe que antes los corintios «se dejaban arrastrar hacia ídolos mudos» (1ª Co 12: 2), y Juan se da cuenta asimismo que los cristianos necesitan someter los espíritus «a prueba pera ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas» (1ª Jn 4: 1).
Más allá de esto, también es posible que el don incluya distinguir entre varios tipos de espíritus malignos, tales como un espíritu de enfermedad (Lc 13: 11), un espíritu de adivinación (Hch 16:16), un espíritu sordo y mudo (Mr 9: 15,29), y un espíritu de engaño (1ª Jn 4: 6). Desde un punto de vista léxico y gramatical no hay nada que nos impida entender que el don de «distinguir entre espíritus» incluye también este tipo de capacidad.
Por supuesto, en cierto grado la presencia de actividad demoníaca es externamente evidente, a veces a partir de la manifestación abierta de falsas declaraciones doctrinales (vea 1ª Co 12: 2-3; 1ª Jn 4: 1-6), ya veces mediante violentas y extrañas acciones físicas, especialmente en presencia de la predicación cristiana (vea Mr 1: 24; 9: 20; Mt 8: 29).
La influencia de Satanás tiene características destructivas, y la persona influenciada por un demonio tendrá una influencia destructiva sobre la iglesia y otros a su alrededor, y también una influencia auto destructiva que daña la vida del propio individuo perturbado.
Pero además de estos indicios externos de la influencia demoníaca, probablemente hay también una percepción más subjetiva que tiene lugar a nivel espiritual y emocional, por medio de la cual se hace evidente la presencia de la actividad demoníaca.
Cuando esta está más desarrollada y es capaz de funcionar para beneficio de la iglesia como un todo, entonces Pablo no duda en llamarla un don de distinguir entre espíritus.
En relación con el don de distinguir entre espíritus, la discusión de la guerra espiritual sostenida arriba en el capítulo 20 (sobre Satanás y los demonios) también es relevante.
NOTA: Para un muy extenso análisis gramatical y lingüístico de esta frase, vea Wayne Grudem, (A Response to Gerhard Dautzenberg sobre 1ª Co 12: 10), en Biblische Zeitschrift, N.F., 22: 2 (1978), pp. 253-70.
Por supuesto, ningún don es perfecto en ningún cristiano en esta era (1ª Co 13: 9-10), y no debemos esperar que este don sea perfecto, o que aquellos que lo poseen nunca cometan errores. sobre el hecho de que los dones espirituales pueden variar en fuerza.
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. ¿Ha experimentado usted alguna vez un don de profecía tal como se define en este capítulo? ¿Cómo lo ha llamado? Ha funcionado este don (o algo parecido) en su iglesia? Si así fuera, ¿cuáles han sido los beneficios-y los peligros? Si no, piensa que este don podría ser útil para su iglesia? (¿Por qué sí o porqué no?)
2. ¿Funciona con efectividad el don de la enseñanza en su iglesia? ¿Quién utiliza este don además del pastor o los ancianos? ¿Piensa usted que su iglesia aprecia adecuadamente una sólida enseñanza de la Biblia? En qué áreas (si alguna) piensa usted que su iglesia necesita crecer en su conocimiento y amor por las enseñanzas de la Escritura?
3. ¿De los otros dones que se discuten en este capítulo, ¿ha utilizado usted mismo alguno de ellos? ¿Hay alguno que piensa su iglesia necesita pero que en este momento no posee? ¿Qué piensa sería lo mejor que puede hacer en respuesta a esta necesidad?
TÉRMINOS ESPECIALES
Apóstol, cesacionista, curar enfermos, distinguir entre espíritus, dones del Espíritu Santo, dones milagrosos, dones no milagrosos, enseñanza, hablar en lenguas, interpretación de lenguas, milagros, oficio, palabra de conocimiento, palabra de sabiduría, profecía.
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR

1ª Corintios 12: 7-11: A Cada Uno Se Le Da Una Manifestación Especial Del Espíritu Para El Bien De Los Demás. A Unos Dios Les Da Por El Espíritu Palabra De Sabiduría; A Otros, Por El Mismo Espíritu, Palabra De Conocimiento; A Otros, Fe Por Medio Del Mismo Espíritu; A Otros, Y Por Ese Mismo Espíritu, Dones Para Sanar Enfermos; A Otros, Poderes Milagrosos; A Otros Profecía; A Otros, El Discernir Espíritus; A Otros, El Hablar En Lenguas; Y A Otros, El Interpretar Lenguas. Todo Esto Lo Hace Un Mismo Y Único Espíritu, Quien Reparte A Cada Uno Según Él Lo Determina.